Estamos viviendo tiempos llenos de incertidumbre, de confusión, de una realidad que no responde a nuestras ambiciones, que nos deja huérfanos de ilusiones y es que todo aquello que hemos venido achacando a la denominada crisis económica, en realidad ha sido el estallido final de un modelo viejo, falto de rigor y llevando a esta sociedad por un camino que, o no conducía a ninguna parte, o lo que es peor, nos llevaba al abismo de nuestra propia mediocridad.

EN ESTOS momentos que sufrimos, unos más y otros menos, las consecuencias de haber llegado a esta situación y estamos en la búsqueda de culpables, todavía no entendemos que compartimos barco y por tanto sucede lo que en el Titanic, hay pocas lanchas de salvamento y solo para elegidos, debemos pues entender lo antes posible que es imprescindible cambiar nuestras formas de vida, es decir alejarnos de los iceberg, que nos confunden y llevan al fondo.

La crítica siempre ha tenido efectos positivos, cuando hemos sido capaces de aprender de ella y ha sido nefasta si la hemos utilizado de instrumento de rencor y venganza, así pues debemos dar el verdadero valor a la crisis y a la crítica, analizar mucho más nuestras posibilidades en diferentes condiciones, y no hacer de las desgracias ajenas las reivindicaciones que no nos conducen a ninguna parte.

ACTUAR sobre cuestiones sobrevenidas, como si con ello fuésemos a encontrar el horizonte que tanto ansiamos, es una y otra vez parchear la misma rueda, que seguirá siendo antigua y estropeada y no nos permitirá recorrer futuros caminos con las garantías que son necesarias. Debemos ser capaces de reformar o cambiar el modelo hacia una sociedad más equilibrada, más transparente, más solidaria y más justa en el acceso de oportunidades; utilizar de forma coyuntural, todos los errores y usos perversos que se hacen traicionando la confianza que depositamos los ciudadanos, en quienes nos representan, no es otra cosa que un instrumento de enfado general, que no consigue que cambie la estructura de funcionamiento y no podemos, ni debemos quedarnos ahí.

LAS PERSONAS, como individuos somos elementos irrepetibles y está en nuestra conciencia interpretar la ética y la justicia, por tanto es necesario que tengamos como modelo de convivencia, unas nociones claras y bien delimitadas, que respondan al sentir mayoritario, sin menospreciar a los minoritarios, esa es la esencia de la democracia.

Conseguir esta menta es la verdadera oportunidad que nos damos de vivir es estabilidad, sabiendo de antemano que no dejamos hueco, o muy pequeño, a que quienes sean los que gestionan o interpretan nuestras maneras de convivencia, lo hacen necesariamente con la máxima claridad y nosotros podemos dedicar nuestro tiempo a realizar nuestro papel de persona y ciudadano.

Y por último, no seamos mezquinos con quienes les entregamos nuestra confianza, eso dice poco a nuestro favor, solo seamos ejemplares con aquellos que aún a pesar de todas las normas las sobrepasan; esta es una sociedad de ciudadanos, todos con mayúsculas.

Presidente de Aragonex