Es probable que en las obras del tranvía de Zaragoza se produjera el clásico arreglo con las constructoras habituales y el no menos habitual encaje de bolillos con las partidas asignadas a distintas actuaciones dentro del proyecto. Es algo muy propio de los contratos públicos en España. Como lo es, por cierto, el sobrecoste, que suele desbordar (a veces exponencialmente) cualquier presupuesto inicial. Pero en el caso que nos ocupa el precio no se disparó, mira por donde, ya que las adjudicaciones se hicieron sobre cantidades fijas y cerradas. ¿Hubo truco? ¿No lo hubo aunque pueda parecerlo? ¿Por qué ni el PSOE ni CHA ni IU quisieron investigar el asunto desde el propio ayuntamiento? ¿Por qué ahora la Fiscalía da curso a la denuncia de un particular asesorado por el abogado del PP?... Eso todavía no está claro. Veamos si la jueza correspondiente es capaz de sacar algo en limpio, o no. Y si apareciese algo feo, duro con ellos. Que ya harta andar todo el día con la mosca tras la oreja.

La alegría que ha provocado entre la derecha este nuevo capítulo del culebrón tranviario obliga a advertir que, de momento, solo se investiga, y todavía no hay sumario abierto ni imputados ni cosa sabrosa que masticar. Eso sí, yo mismo puedo certificarles que las obras (fuesen gestionadas en limpio o en sucio) se ejecutaron de acuerdo con las más exigentes reglas de la chapuza. Valiente novedad.

Salga lo que salga a relucir, el tranvía es un medio de transporte magnífico. El mejor que funciona en Zaragoza. Además, se trata de una de las pocas inversiones recientes que está cumpliendo su plan de negocios y sus plazos de amortización, da servicio a decenas de miles de personas cada día y cumple su cometido a la perfección. Quiero decir que no es como el pabellón-puente, la Torre del Agua, el aeropuerto de Huesca, Motorland y tantos otros inventos que no sirven para nada o bien funcionan a base de seguir metiendo en ellos pasta y más pasta sin solución de continuidad.

En todo caso, bien podría el PSOE dar la cara y explicarse al respecto. Que se les ve muy desentendidos a Pérez Anadón y compañía.