Tres personajes sintetizan la presencia de las izquierdas al frente de grandes instituciones aragonesas. El presidente del gobierno autónomo, Javier Lambán, y los alcaldes de Zaragoza y de Huesca, Pedro Santisteve y Luis Felipe, respectivamente, vienen manejándose con desigual fortuna y acierto en gestiones llenas de interactuaciones entre el PSOE, Podemos y otros partidos (IU, Partido X, Equo) y plataformas. Sus experiencias iluminan el futuro de los progresistas, cuando la derecha ha tomado la iniciativa en España y aspira a construir un nuevo tipo de hegemonía tras la crisis del bipartidismo tradicional.

Lambán es un político muy territorial. No solo porque proviene del provincialismo puro y duro, sino porque siempre se ha resistido con uñas y dientes a compartir el poder. Ahora va de barón socialista y como tal se prodiga en las cadenas de radio y televisión (eso está bien) mientras controla con mano de hierro el ejecutivo aragonés, donde su autoridad está fuera de toda duda, entre otras cosas porque fue él quien seleccionó a consejeras y consejeros, y luego les impuso sus respectivos equipos. Su discurso (por ejemplo en relación con la actual coyuntura política en España) es confuso y contradictorio. Lo mismo que su relación sobre el terreno (o sea, en la Tierra Noble) con Pablo Echenique. El de Podemos y él intercambian declaraciones, tuits y alusiones laberínticas e inexplicables. Cuando el uno dice que todo va a las mil maravillas, el otro amaga con romper la baraja. La suerte del socialista es que su interlocutor y presunto aliado todavía está aprendiendo el oficio. Y va para largo.

Santisteve, sin embargo, gobierna Zaragoza teniéndoselas tiesas con un viejo cocodrilo como el socialista Carlos Pérez Anadón, que se divierte poniéndole palos en la rueda de la bici. El alcalde de la capital aragonesa dirige un equipo demasiado heterogéneo, está tan verde como Echenique y tiene enfrente a los más evidentes poderes fácticos (el plante que le dieron el otro día los patricios dueños del Real Zaragoza es toda una declaración de intenciones). La constante pelea entre Zaragoza en Común, PSOE y CHA embarulla la gestión municipal y es todo un ejemplo de relación problemática entre las izquierdas, empeñadas en perjudicarse mutuamente aunque ello termine dañando a todos.

En cambio, el también socialista Felipe no parece tener tantos problemas. Se entiende con podemistas y comunes, ha configurado un gobierno estable y desarrolla un programa bastante coherente. En Huesca se ha logrado una alianza a la valenciana que funciona adecuadamente.

Conclusión: para las izquierdas, pactar y actuar en conjunto no tiene por qué ser tan difícil... Pero sí es imprescindible.