La mayoría de la población no asociaba con facilidad el nombre de Isidoro Álvarez con el de una de las empresas más populares de España como es El Corte Inglés. Este domingo murió, efectivamente, la persona que ha conducido a estos grandes almacenes desde la expansión de los años 60 a su consolidación en el mundo global del siglo XXI. Un coloso que sigue siendo la empresa familiar que arrancó en una sastrería, que Ramon Areces extendió por toda España como emblema de la modernización y que su sobrino, Isidoro Álvarez, consolidó siguiendo una inteligente estrategia de diversificación y de internacionalización. Un ejemplo para todos los emprendedores y un contrapunto a los tiburones que gestionan las empresas como simples marcas sin rostro humano para especular en los mercados.

A pesar de ser una de las principales empresas por facturación, más de 14.000 millones, por el número de trabajadores, más de 90.000, y por sus beneficios, 174 millones en 2013, observarán que hay muy pocas fotografías de Isidoro Álvarez y que en la mayoría aparece siempre con un discreto traje azul y una corbata negra. Esta es, sin duda, una de las singularidades de la empresa que ha dirigido y de su peculiar estilo que le ha llevado a huir siempre del espectáculo y a ceder todo el protagonismo en los medios a la publicidad de sus marcas comerciales que hoy abarcan desde el negocio tradicional de los grandes almacenes hasta las tiendas especializadas y el comercio electrónico. Y quizá lo más prodigioso es que esta consolidación se ha hecho siempre con recursos propios, sin buscar alianzas ni saliendo a bolsa.

Incluso en los momentos más duros de esta crisis, El Corte Inglés ha tenido suficiente músculo --gracias la dirección de Álvarez-- para renegociar un crédito sindicado de más de 4.900 millones de euros que le garantiza su futuro a corto y medio plazo.

Mantener este espíritu familiar, basado en la discreción y en el compromiso de una familia con una empresa, será sin duda el gran reto de su sucesor, sea su sobrino Dimas Gimeno o sea el recién incorporado el turolense Manuel Pizarro. Los valores que encarnó Isidoro Álvarez siempre serán garantía de éxito, pero los colosos en la era de la globalización también están cada vez más obligados a pasar de la discreción a la transparencia para poder mantenerse en primera línea.