El amor, con San Valentín de abanderado, ha intentado ser el protagonista de la semana. Pero al santo de los enamorados le ha salido competidor, Eros, el Dios griego del amor y el sexo, que suele potenciar la pasión entre hombres. Y en ese juego está concentrado el mito griego con Donald, a quién trata de buscar novios. Un masculino y sensual Putin, con el que ha iniciado un idilio secreto que le ha costado la dimisión de su asesor de Seguridad, Flynn, por sus conversaciones con el embajador ruso sobre las sanciones impuestas por Obama contra el Kremlin por la presunta injerencia de Rusia en las elecciones estadounidenses. El affaire Trump-Putin comienza con mal pie y sin el parabién de la Inteligencia yanqui, que no ve con buenos ojos esa relación. Lógico, y más cuando el ruso anda haciendo de las suyas, desarrollando un sistema de armas ilegales que vulnera el Tratado sobre Fuerzas Nucleares firmado en la Guerra Fría. Y flirtea también con el israelí Netanyahu, a quién le declara amor eterno, una pasión que le viene de lejos; salsea y seduce al primer ministro japonés Abe, llevándoselo de weekend a Palm Beach para celar al norcoreano Kim Jong-un, que no soporta a su vecino japonés y que cual macho en celo lanza un nuevo pepino de medio alcance para llamar la atención del norteamericano y del resto de la cohorte internacional; y mantiene una relación sado-maso con el venezolano Maduro, que está que trina por acusar de narcotraficante en funciones y sancionar económicamente a su vicepresidente, El Aissammi. Tremendo culebrón.H *Periodista y profesora de universidad