Casi en el ecuador del primer mandato del presidente Donald Trump, todo lo malo que se decía que sucedería con él no ha pasado. Con casi todo el espectro mediático en contra, su receta es sencilla, aplicar el concepto de narrativa dura en sus vertientes política, económica y militar, para mejorar el poder global estadounidense. ¿Qué es la narrativa dura? Implementar tus capacidades de forma explícita y racionalidad económica con objeto de mejorar las condiciones de competitividad económica y por tanto obtener una mejor posición en el entorno. En lo político y en el marco doméstico, lleva a cabo su particular política de dragar el pantano, referida a la desesperante lentitud y obstruccionismo de Washington así como a denunciar de forma sistemática, informaciones distorsionadas sobre su Administración. La última cuando de forma malintencionada se le atribuía la palabra enemigo para hablar de la UE, cuando dijo «competidor». Su política migratoria también es clara, cumplir la ley en esa materia, de forma que los flujos migratorios puedan integrarse de forma racional y posible. Y claro, construir el famoso muro, que no es otra cosa que reforzar las estructuras fronterizas para evitar tránsitos ilegales y proteger mejor el país. Y lo construirá, porque lo prometió y Trump, a diferencia de la clase política tradicional, cumple sus promesas.

En lo económico es donde se manifiesta de forma más clara la narrativa dura. La apuesta racional por los recursos no convencionales y poner fin a las ventajas comerciales y arancelarias, que hasta ahora disfrutaban principalmente la UE y China, son los dos ejes sobre los que quiere mejorar la competitividad económica de EEUU. Y lo está consiguiendo al convertir progresivamente a su país en exportador de energía y al renegociar políticas arancelarias para reequilibrar la balanza de pagos y reducir la desventaja comercial contra sus dos competidores chinos y europeos.

En el apartado militar, Trump utiliza el ingente poder de EEUU para modificar el estado de la cuestión. Solo así y apoyado en una controvertida pero efectiva política de comunicación ha logrado que el dictador norcoreano acepte poner fin a su perverso programa nuclear, algo en loque otros que le precedieron fracasaron. Si Kim Jong-un incumple, será atacado.

El amenazante poder chino en Asia, el programa nuclear iraní, golpear cada vez con mayor intensidad al terrorismo islámico y comprometer a sus aliados a un incremento del gasto militar (lo siento Europa, se acabó il dolce far niente), serán los siguientes temas en su agenda internacional. Para todo ello, no bastan las buenas palabras sino llevar a cabo un discurso duro en materia de seguridad. Los resultados, por ahora, son buenos, crece la economía, el desempleo está por debajo del 4% y el poder de EEUU es más visible, así que, ¿por qué tan serios?

*Profesor de Relaciones Internacionales