Aestas alturas, pocos dudarán de que Donald Trump no es tanto un populista de nuevo cuño como un agente de la extrema derecha más sádica. La semana pasada, el presidente de Estados Unidos se las arregló para incendiar el requemado Oriente Medio, aceptando situar en Jerusalem la capital de Israel (en contra del status quo bendecido en su día por la ONU), lo que representa respaldar la estrategia de Netanyahu y los halcones hebreos para extender las fronteras del estado sionista más allá de Cisjordania. Ya se habla de replantear el futuro semiestado palestino, amontonando al pueblo que fue expulsado de su propio país en la franja de Gaza y un pedazo del Sinai. Kilómetros cuadrados de desierto para los desposeídos. Limpieza étnica sin contemplaciones. ¡Qué pensarían de todo esto las víctimas del Holocausto si levantaran la cabeza...?

Pero se trata solo de un ejemplo de cómo Trump transita por el programa máximo de la extrema derecha norteamericana. Por supuesto sus compromisos con la clase trabajadora se han quedado en nada. Intenta cargarse cualquier sistema sanitario que tenga un mínimo enfoque social, desprecia a los pobres, tiene lista una reforma fiscal que beneficiará a los ricos, ha firmado acuerdos comerciales con China por valor de cientos de miles de millones de dólares... Al supuesto proletariado autóctono le ha regalado gestos supremacistas para ganarse a la basura blanca y un discurso prepotente, chulesco y machista. Nada más.

La actual Administracción USA no plantea ningún objetivo que no formase parte anteriormente de las aspiraciones reaccionarias. Desregular reservas medioambientales para explotarlas sin reparos o primar a los fabricantes de armas es una tradición de la derecha norteamericana.Trump, un millonario adicto a la especulación, el tráfico de influencias y la mentira pura y dura ha pasado por Twitter el ideario ultraconservador, y ahora lo lleva a la práctica en cuanto puede. Se ha cargado la lucha global contra el cambio climático. Pide guerra (nuclear, por supuesto). No es un loco, es un canalla.