España se libra del psiquiátrico global porque medio mundo anda también tarumba y descompuesto. Desde que los norteamericanos eligieron presidente a Trump y losbritánicos votaron el brexit nos cabe el consuelo que produce a los tontos la extensión del mal rollo.

Pero este sigue siendo un país propenso al sainete. Y ahí no nos gana nadie. Las sucesivas reacciones al ya famoso pregón de carnaval en Santiago de Compostela y a la interpretación por Marta Sánchez de una versión del himno de España con letra de su invención resulta tan sorprendente como cómica. Ambos asuntos han provocado los correspondientes tuits del presidente del Gobierno y declaraciones, canutazos (que son esas minideclaraciones que jefes y personajes hacen sobre la marcha en pasillos y rellanos) y otros aspavientos. Dos evidentes chorraditas han estado en la portada de los medios. Alucina, carabina.

Ni el pregón blasfemo fue para tanto (¡qué va!), ni la letra que Marta le ha puesto a la Marcha real se sale de los habituales lugares comunes (aunque ella le echó un estimable brío). Y nuestro gran Mariano, en verdad, haría bien en dedicarse a cosas de más enjundia. Por otro lado, en Moncloa están de enhorabuena: Guindos ya se ha colocado en el Banco Central Europeo, los líderes independentistas catalanes se van acojonando (o escapando) conforme la Fiscalía y la Guardia Civil avanzan sin freno hacia el procesamiento de todos ellos (y ellas), el socialista Lambán apoya la retronormalización lingüística que propone el PP para Cataluña (¿?) y es probable que haya himno cantado en la próxima final de la Copa del Rey de fútbol (y si silban los culés, al talego con ellos). Si no fuera porque Cs está ahí, cada vez más subido a la parra...

Solo aquí se discute tanto por cosas de vírgenes, santos, himnos, banderas, fútbol, idiomas y otras cosas superestructurales y etéreas. Mientras, la España vacía (Aragón incluido, claro) se junta en León para lamentar su triste sino, y hoy el Ayuntamiento de Zaragoza afronta otra jornada crucial. ¡Aaarrrggg!