Por más que se busquen otras maneras de contar, la cifra que mejor indica si la oferta turística española ha tenido su demanda correspondiente es el número de visitantes registrados. En cifras oficiales, hasta la pasada semana han llegado 38 millones de turistas extranjeros este año, lo que supone un 4,7% más que los recibidos a estas alturas en el 2014. En un sector con más de 40 años de experiencia en capacidad de acogida, que la cifra estimada provisional supere incluso las mejores previsiones indica a las claras que este capítulo decisivo en el crecimiento del PIB español está cumpliendo con creces sus expectativas. En Aragón, pese al reconocimiento del sector de que el turismo se está recuperando, todavía no se llega a las cifras de antes de la crisis y los gastos medios de los visitantes fluctúan, pese a registrar una tendencia a la recuperación. Hay que reconocer que el turismo de interior es otra liga.

Las razones del éxito en España son varias. Como destino de vacaciones más básico, de sol y playa, al que aspiran millones de familias de clase media y media baja europeas, España supera a otras zonas donde la seguridad es motivo de incertidumbre, como Túnez, Egipto o Turquía. Otra oferta emergente, el turismo urbano --en Zaragoza el número de extranjeros aumentó un 12%--, también ha aportado un atractivo que va calando en un segmento nuevo de visitantes, que eligen nuestro país por su propuesta cultural o de ocio en entornos sostenibles.

Con gasolina barata, los precios ajustados gracias a la presión de las ofertas muy competitivas por internet y la voluntad del sector de recuperarse tras unos años de baja expectativa, el cierre de la temporada turística de verano (acumulada a las buenas cifras del primer semestre, que incluyen un espectro de visitantes más amplio) apunta a cifras récord. El único factor de ruptura de esta tendencia ha venido por la caída del valor del rublo frente al euro, que ha afectado al mercado emergente ruso.

Por lo demás, dice un adagio económico que no hay que hacer cambios cuando algo va bien. Por contra, otros teóricos sostienen que no hay mejor ocasión de proponer revisiones a fondo de un modelo de éxito que antes de que decaiga. Hay indicios suficientes de que seguir solo la vía de adaptarse --sin saber dónde acaba-- a la demanda de los visitantes, aunque su número supere cada año el del anterior, no es una buena opción.