El derribo por un misil, presuntamente, de un avión de pasajeros malasio sobre el espacio aéreo de Ucrania, que ha costado la vida a 298 personas, vuelve a poner de golpe sobre la mesa el conflicto en Europa oriental, que en los últimos días había cedido el protagonismo a la franja de Gaza y resucita la guerra fría.

No está claro por el momento qué bando es el autor del lanzamiento del misil, aunque cada parte se apresta a señalar a la contraria: el Ejército de Kiev, los separatistas prorrusos --el avión cayó en el territorio que controlan-- o el sistema de defensa ruso. Más allá de la búsqueda de responsabilidades, que debe reclamar firmemente la comunidad internacional, la acción bélica contra un avión civil evidencia el grado de tensión que se vive en la zona, y desmiente a las voces optimistas que interpretaban que Putin estaba retirando su apoyo a los separatistas y que la conquista de las dos regiones rebeldes --Lugansk y Donetsk-- acabaría siendo un paseo militar para Kiev.

Europa, como mínimo socios importantes de la Unión Europea, como Alemania e Italia, y también España, han mantenido una posición ambigua frente a las pretensiones de Putin, condicionados por las relaciones comerciales y la dependencia del gas ruso, frente a la mayor beligerancia de países como Polonia y otras repúblicas excomunistas, y EEUU. La voz de Occidente, por tanto, no se ha mostrado firme, como prueban las disensiones del pasado martes para consensuar el nombre del futuro ministro de Exteriores de la UE, donde la candidata italiana fue vetada por Polonia por ser demasiado blanda. La tensión vuelve a subir enteros y una vez más pilla a la UE con el pie cambiado. A sus tradicionales discrepancias hay que sumar ahora este periodo de transición, con la Comisión Europea pendiente de renovación tras las elecciones de mayo.

EEUU, por su parte, anunció el martes que incrementa las sanciones de forma unilateral, como ya había hecho Gran Bretaña, lo que ha provocado una fuerte caída de la bolsa rusa. No está claro cómo va a responder el Kremlin al órdago de Washington, pero es más que dudoso que ceda. Putin cuenta con un amplio respaldo de su opinión pública para manejar la crisis con mano dura, a caballo de la fuerte ola nacionalista que recorre el país. Ucrania vuelve a escena para recordarnos que el conflicto no se había ido. Que no vale mirar para otra parte.