Si hay algo que está claro, después de oír todos estos días la verborrea de la campaña electoral, es que los ciudadanos nos sentimos unidos en estar de acuerdo en lo fundamental, como es tener una sanidad en condiciones, bien gestionada y optimizando los recursos, una educación consensuada como proyecto de estado, sin personalismos, una legislación laboral donde el trabajo sea digno y no vulnere los derechos de los trabajadores que durante tantas décadas costó conseguir. Ayer oía hablar a dos jóvenes de sus respectivos trabajos, una de ellas estudiante universitaria decía que en su último trabajo en hostelería cobraba a 3 euros la hora, la otra apuntaba que el suyo, de dependienta de frutos secos, era aún peor porque iba a comisión. Si de nosotros dependiera, que por el hecho de poner nuestro voto en una urna tuviésemos asegurando la elección del futuro gobierno, estoy convencida de que la participación electoral llegaría a cifras de récord histórico. Pero la experiencia nos dice que no es así, que votemos a quien votemos, y gane quien gane, no significa que vaya a gobernar. Es así, es nuestro sistema electoral, una democracia imperfecta, aun así, es lo menos malo y que curiosamente ningún partido se ha pronunciado en estas elecciones acerca de cambiar dicho sistema, incluida Izquierda Unida, que ha sido siempre la más perjudicada, nos imaginamos el por qué. Hoy entramos en un soliloquio, posiblemente compartido para decidir en quién depositamos nuestra confianza. Esta decisión no es baladí, pero a pesar de que las dudas nos crean inseguridad, hoy más que nunca tenemos que ejercer nuestro derecho, que eso, de momento, está intacto. Así que ¡suerte! y que ustedes voten bien. Pintora y profesora