Esta semana la pregunta era: ¿habrá algún ministro aragonés? Planteamos este lógico interrogante y al mismo tiempo nos sorprendemos de que en el Gobierno de Aragón se cese a cargos intermedios por razones orgánicas, para mermar a un dirigente que quiere optar a unas primarias. Sin caer en la cuenta de que esos mismos cargos intermedios fueron nombrados en su día no por razones de mérito y capacidad sino por ser amigos del dirigente al que ahora se quiere socavar. No está pues el conflicto en el hecho de que ahora se les cese, sino en el origen, en su colocación a dedo por razones partidistas, de claro favoritismo. Para contentar a tal o cual. Por cuestiones de equilibrios. La raíz del problema radica en la selección que se hace de los líderes políticos. ¿Qué gobernantes queremos? ¿Preferimos al vecino del quinto porque vive en nuestro propio bloque o a uno que de verdad sepa de la materia que debe gestionar? La política se ha dejado arrastrar demasiadas veces por balances entre territorios, guerras entre barones y federaciones. Por cuestiones de peso orgánico. Y más que el empadronamiento y las filias deberían interesarnos la capacidad de gestión, la formación, la igualdad de género; el mérito y capacidad de toda la vida, pero sin disfraces espurios. No hacerlo así abre la puerta a políticos menos competentes, menos preparados y más dados a las corruptelas. No podemos lamentar la ineptitud de nuestros gobernantes y al mismo tiempo, cuando se configura un gobierno, inquirir solo si van a colocar al vecino del quinto.

*Periodista