Este verano asfixiante pasará. Entraremos en un nuevo curso político... y será preciso estirar el ya apolillado y raído imaginario aragonés. Tan gastado, tan sobado, que no me explico cómo lograrán en el Pignatelli extraer de él alguna clase de iniciativa política. Bueno, quizás el contencioso de los bienes sacros siga dando juego, porque no los devolverán y septiembre será un mes crítico en los que a la relación España-Cataluña se refiere. Pero ese es un tema con más ruido que nueces, más simbólico que importante. En realidad, el hecho de que asuntos de esa naturaleza copen titulares en los medios informativos implica un fracaso esencial de lo fundamental, de aquello que sí determinará nuestro futuro a diez o veinte años vista.

Tendremos los bienes, digo. ¡Ah!, y ese lobito feroz que recorre los Monegros y aledaños degollando ovejas y asustando a los pastores. Es muy probable que pase agosto y sigamos sin saber qué hacer con un solo animal, cuyas correrías han resucitado fantasías medievales y puesto en peligro (según se dice) la ganadería extensiva por las estepas tierranoblenses.

El debate político está francamente deprimido. Su reflejo en la actualidad le debe más a los malabarismos financieros a cargo del consejero de Hacienda, Fernando Gimeno, los equilibrios en la cuerda floja presupuestaria de su contrafigura, el consejero de Sanidad, Sebastián Celaya, o las volteretas del concejal zaragozano Alberto Cubero. que a cualquier proyecto estratégico digno de tal nombre. No se pueden negar los esfuerzos del Gobierno de Aragón (PSOE-CHA) o del equipo que intenta gestionar el Ayuntamiento de la capital (ZeC) a la hora de revertir yerros y barbaridades perpetrados anteriormente. Pero mejorar la atención a los dependientes, reducir las listas de espera en el Salud o pagar el sueldo de los maestros no pasa de ser administración cotidiana. Mientras, la Comunidad evoluciona hacia la desertificación y la irrelevancia cultural, económica y demográfica. Pero de eso sólo se habla de Pascuas a Ramos.

Hemos llegado a las vacaciones dándole vuelta a la destrucción subvencionada de parte de la cosecha de fruta de hueso, un argumento alentado incluso por el grupo de Podemos en las Cortes de Aragón. Bueno... ¿por qué no ha dado lugar tan singular situación a un análisis de lo que está pasando en el sector primario aragonés?, ¿por qué no se habla de una vez y en plata de las limitaciones objetivas de un regadío cuya expansión sin límites es un lugar común cada vez más discutible, más caro y menos eficiente en términos de rentabilidad?

Llegará septiembre y seguiremos en el mismo cuarto, encerrados con los juguetes de siempre. Los dirigentes políticos (por su carácter reaccionario, por inercia, por falta de luces o porque no se enteran) se enfrascarán en hueras polémicas sobre cualquier cliché al uso: los aparcamientos en La Aljafería, el GP de motos, las perspectivas de la temporada de nieve, algún accidente menor en el tranvía cesaraugustano... Las élites económicas se aferrarán al negocio de las influencias y a su obtusa codicia. Y nada más.