Probablemente sea una buena elección reservar la lectura de Verano, la última novela de Manuel Rico, para los meses de julio, agosto o septiembre, cuando los elementos decorativos de la trama, los olores del campo y las calidades de la luz pueden coincidir, al menos en parte, con los perfumes y decorados del libro; pero, en último término, las buenas novelas --y ésta, sin duda, lo es-- sirven para alegrarnos cualquier estación.

Incluido el otoño en ciernes, que es, sospecho, la estación sentimental en la que transcurre Verano.

Un primer y nostálgico otoño, el de los cuarenta y tantos años, al que la generación de la transición política española --a la que pertenece el autor--, se enfrenta al llegarles la madurez y la conclusión de una era.

El grupo coral de protagonistas de Verano, esa adulta pandilla que se reúne cada verano en un pueblecito de la sierra madrileña, basculará entre la nostalgia de los años universitarios y la adecuación a las necesidades y valores del siglo XXI, al que algunos tienen la sensación de haber ingresado con el pie cambiado.

En estos aspectos, Verano será una novela clara y honestamente generacional, pero en absoluto traumática. El paso del tiempo y el trasfondo de los mismos personajes están tratados con la suave lírica de una sensibilidad poética que aflora a la prosa de Rico confiriéndole calidad y matiz, extensión y desarrollo. No hay ajuste de cuentas, decepciones gratuitas, arrepentimientos, ni siquiera la búsqueda, a modo de consuelo, de una segunda juventud que a veces deriva en actitudes patéticas. Hay literatura, hay intriga.

La novela, realista, nos permite conocer a fondo a los protagonistas, su manera de entender la amistad y el amor, de superar un divorcio o de enfrentarse a la educación de los hijos adolescentes que, desde su mezcla de de inocencia y audacia, vuelven a recordarles los peligros y las conquistas de la juventud.

Pero el elemento de intriga que se encargará de dinamizar el relato, de aportarle emoción y ese grado de desconocimiento y oscuridad vendrá dado a través de juegos metaliterarios, de la ambigua teoría de una novela en la realidad que, ahora sí, acabará escribiéndose con sangre, odio y rencor.

Uno de los amigos del grupo de la sierra, Enrique, es escritor. Autor de tres o cuatro novelas de éxito, busca nuevos temas e historias. Un buen día, decidirá entrometer su actividad artística en la vida real de otras personas, a fin de manipular sus reacciones y experimentar nuevos métodos narrativos. Esa modificación de los destinos individuales, la ajena pretensión de gobernar otras vidas desde el sigilo --¡desde la literatura!-- presume que la naturaleza es moldeable y frágil como un personaje de comedia, y se presta, en manos de Rico, a un planteamiento escénico que poco a poco irá rodando hacia el canon de la novela de acción.

Verano, con su novela en la realidad, nos cuenta una inquietante historia, pero también la de una generación que, habiendo creído cumplir su misión histórica, se encuentra de pronto en medio de una refulgente nada, de un amarillo verano cuyo sol, en lugar de abrasar el cabello y los instintos, va quemando las últimas naves de los últimos españoles que supieron soñar.

Escritor y periodista