Es curiosa la vida, cómo es capaz de hacer coincidir en el tiempo, hechos de naturaleza tan dispar. España celebra con júbilo el quinto aniversario del alto al fuego de ETA, un lustro exento de dolor, sangre y muerte, después de más de 40 años de terror; al tiempo que se avergüenza de un incidente bochornoso como el acontecido en la Universidad Autónoma de Madrid, cuando un grupo de más de 200 estudiantes boicoteaba una conferencia de Felipe González. Encapuchados, con abucheos varios, consignas del tipo «asesino, fascista, terrorista, estás manchado de sangre», y con pancartas de apoyo a presos de ETA, saboteaban unas jornadas de debate con el lema «Sociedad Civil, España y Europa. El futuro no es lo que era». Anecdótico cuando menos, que aquellos que acusan a un ex presidente del gobierno de ser «amigo de los dictadores, responsable político del terrorismo de Estado de los GAL y del golpe en la cúpula de Ferraz», que ha desbancado a Pedro Sánchez, empleen métodos propios de regímenes dictatoriales, sectarios, que no respetan derechos como la libertad de expresión. Paradójico, que aquellos que se autoproclaman víctimas de un sistema opresor que da cobertura a instigadores del terrorismo incurran en los mismos males-delitos por ellos denunciados y caigan en la intolerancia más absoluta. Pero, lo verdaderamente doloroso, es la irresponsabilidad de algún líder político de este país, de profesión «educador-modelador de almas universitarias», al calificar la violencia contra uno de los pilares estructurales de la democracia, como mera «protesta estudiantil».

*Periodista y profesora de universidad