Como era de esperar, y por desgracia, todo lo que rodea al juicio de Fago se ha salido de madre. Esta semana he visto situaciones de vergüenza ajena. En una televisión, una analista de gestos decía que la rigidez de brazos de Santiago Mainar demostraba que mentía. ¡Pero si tenía las manos esposadas! En otra tele, un ilustrado --creo que morfosicólogo-- señaló que las facciones del acusado revelaban una personalidad esquizoide, de alguien capaz de matar. Y se quedó tan ancho. También he escuchado a periodistas mediáticos de Madrid que hablaban de la inocencia o culpabilidad de Mainar con una seguridad que deja perplejo. O que analizaban la actuación política de Miguel Grima, vinculándola de forma perversa con su muerte. Y TVE casi repone la lamentable miniserie sobre el crimen. Menos mal que a última hora la suspendió. Ante tanto despropósito, me parece exagerada la polémica que se montó porque varias teles emitieron en directo el primer día del juicio. Es verdad que lo hicieron sin permiso, y el TSJA lo prohibió porque podía condicionar a peritos y testigos. Pero con lo contado antes, el daño ya estaba hecho. Periodista