"A mí me gustan y se me dan bien los vibradores y pensé, por qué no voy a montar una tienda de vibradores", nos cuenta Sandra, la dueña de Luxury Love, el local que abrió hace poco más de un año en la calle Las Balsas de San Pedro de Barcelona. Sandra atiende con desparpajo y sencillez a todo tipo de clientes. Vende "sus juguetes" a gentes de todo género y condición. Para mujeres, en concreto, hay infinidad de cachivaches, disfraces, lubricantes, adornos... Pero el caso es que Luxury Love se encuentra a dos portales de la Meskita Alí. Mezquita donde acuden al rezo grupos de musulmanes varias veces al día.

Los musulmanes pasan a diario por delante del local barcelonés de Sandra. Y el resto del vecindario también sube y baja por esta calle con mezquita y tienda de juguetes sexuales. Sandra reconoce que algunos miran de reojillo su escaparate. Y entre ellos los hay musulmanes, claro. Un cristal de unos dos metros que deja entrever los tonos fucsia y rosados que iluminan el local.

Dos maniquíes femeninos presiden la vitrina. Uno, que tiene el cuerpo entero, lleva poca ropa, de lencería roja y unas medias negras de rejilla con unos guantes también negros y largos que cubren hasta el codo. Luce en el cuello un colgante largo y dorado pensado para prácticas bondage --práctica erótica basada en la inmovilización del cuerpo de una persona--. La otra maniquí está encima de una pequeña mesa circular y luce un vestido negro con puntillas blancas que semeja el estilo de los ropajes de las doncellas de casas nobles, solo que sin cofia, con la falda mucho más corta y el escote mucho más amplio. Eso sí, una suerte de pajarita se ata al cuello de la maniquí y completa el disfraz que recrea el juego del "señor y la sirvienta". Varios vibradores de colores y formas curvas diversas y algunas "bolas chinas" caen cual confeti y terminan de adornar el escaparate.

Le pregunto si algunos de los musulmanes de la mezquita son clientes. Me comenta que sí entran musulmanes a su tienda pero nunca del barrio. Pienso en la doble moral de siempre.

Unos compran "juguetes" para sus esposas y otros buscan experimentar con su cuerpo y apuestan por vibradores anales que estimulan la próstata. Sin embargo, nunca ha entrado en la tienda una musulmana, ataviada como tal o que se significase de este credo. Hace unos días, una pareja apareció en el local buscando vibradores. Ella llevaba el velo y el vestido que le cubría hasta los pies por lo que Sandra pensó, creyó, prejuzgó que debía dirigirse al esposo. Este, en cuanto se vio apelado por la dependienta, espetó varias veces: "Que ella elija, que ella elija", por su mujer que miraba interesada los aparatos.

En el fondo estamos en lo de siempre, ocupándonos del alma y atendiendo al cuerpo. Sandra, simplifica: "Ellos con sus rezos y yo con mis juguetes".