La vida es como una serie de Netflix o de HBO. La distopía más cruel ya está siendo superada, en estos momentos, por la vida real. «El cuento de la criada» es lo que les pasa a las mujeres en Afganistán hace muchos años. A los niños muy pequeños se los separa de sus familias en Estados Unidos porque son ilegales, y es de verdad. La idea de crear plataformas de desembarco para migrantes fuera de las fronteras de la Unión Europea tal vez sea una idea por escribir, pero esta vez la realidad se adelantará a la ficción. Lo que proponen ahora los burócratas es crear un megacampo de refugiados para quienes quieren venir a nuestro viejo, corrupto y enfermo Primer Mundo. En realidad, están creando un gran país de personas fuertes, jóvenes, capaces y con hambre de comida, de progreso y de respeto. Visto con ojos cinematográficos, es un guión de libro en el que los sometidos toman el control y se hacen con los mandos del país que los oprime. Si esa película no la he visto mil veces, no la he visto ninguna. El otro día, cuando atracó el famoso Aquarius, el primer inmigrante que completó el circuito de pruebas, test y demás burocracias fue un hombre de 29 años del sur de Sudán. ¿Alguien cree que esa fuerza de la naturaleza, ese ser humano de voluntad de hierro y salud inquebrantable, puede ser contenido por papeles, muros o leyes estúpidas? Si lo mejor que se nos ocurre es tan viejo como encerrarlos en un campo, lo que lleva haciendo la Humanidad desde que hay ricos y pobres, nos mereceremos lo que nos pase. Ya lo verán.

*Periodista