Entendida la política como técnica para saber hacer lo que hay que hacer a fin de permanecer en el poder, puede ser hoy políticamente correcto hacer una ley que penalice el aborto para ganar las elecciones. No es lo que pienso, pero puedo equivocarme y de todos modos el gobierno sabrá lo que hace. Así que no entraré a discutir sobre el aborto con políticos profesionales, siendo como soy un lego en la materia y además de izquierdas.

Ni siquiera como teólogo me apetece discutir en estas fechas sobre el aborto con los eclesiásticos de oficio, con los clérigos, que todavía mandan demasiado en este país y sirven menos que el Papa no digo ya a los pobres de este mundo sino a la misma Iglesia.

A primeros de año, cuando todo comienza o eso parece, lo que me pide el cuerpo es desear a todos una vida nueva. Y felicitar a Francisco, ese principiante anticlerical que habla con los ateos, que no quiere hablar tanto del aborto, que respeta la conciencia de las mujeres y dice que no es quien para juzgar a los homosexuales. Que siendo Papa, es un hombre para todos: un laico con el que se puede hablar libremente y al que se le ha de escuchar, por tanto,como a todas las personas. Supongo que los obispos españoles, que están contra el aborto como siempre, esgrimirán como siempre la defensa de la vida humana. Y fomentarán como siempre la misma confusión. Pero esta defensa y este derecho humano fundamental de las personas a la propia vida nadie lo niega. Como principio moral pertenece, sin duda, a la ética pública o al mínimo ético necesario sin el que seria inconcebible la convivencia en sociedad. Mucho más discutible y discutida es la afirmación de que exista vida humana distinta de la madre desde el momento en que ésta haya sido fecundada. Y más aún que sea el cigoto un sujeto de derechos.

Al afirmar que una ley que despenaliza el aborto es siempre "gravemente injusta e inaceptable", como dijo la Conferencia Episcopal Española hace más de treinta años, es inferir de un juicio moral sobre el aborto la condena de la ley que lo despenaliza. Se confunde la moral con el derecho. Y en esta confusión perdemos lo que más vale: la vida y el derecho humano a la propia vida. Me refiero a la vida humana y al derecho a vivir libremente dentro de un orden "que pueda ser aceptado incluso por un pobre diablo con tal de que sea inteligente" (Kant) Aunque no sea todo lo que nos cabe esperar, eso es todo lo que podemos hacer y el bien jurídico máximo. En este sentido el cardenal Martini, escribía hace ya muchos años a propósito del referéndum italiano sobre el aborto,que "las leyes que lo contemplan no siempre pueden coincidir con las normas morales". Pretender ajustar la legislación civil del todo a la moral, plantea un problema insoluble en una sociedad pluralista bajo un régimen democrático.

No hay que confundir la defensa de la vida con la prohibición del aborto. Hay muchos estados democráticos que, precisamente para defender la vida como un bien humano,despenalizan el aborto y dictan procedimientos para ayudar a las madres con problemas.

A veces pienso que la institución eclesiástica confía más en las leyes que en los seres humanos, y en el poder político que se impone mucho más que en el anuncio del Evangelio que no puede imponerse si la fe es libre. Como lo es el pensamiento,el amor,la esperanza y la vida que comienza. Pero si la Iglesia insiste en defender con leyes humanas lo que entiende ser una exigencia del Evangelio, tendrá que acostumbrarse a un cristianismo mediocre y a que sus fieles consideren que todo lo que es legal es moral y a la inversa. Con lo que las instancias morales de una sociedad dejarán de funcionar como tales y se amortizarán al querer convertirse automáticamente en instancias de legalidad en competencia mutua. La consecuencia de esa confusión lamentable entre lo que es moral y lo simplemente legal, es una pérdida irreparable del impulso moral y el aburrimiento de una moral convencional establecida. La costumbre como repetición y reproducción,como una segunda naturaleza,acaba con el milagro de la vida que comienza.

Filósofo