Los sondeos y encuestas que han dirigido en los últimos meses las estrategias y discursos de salón de unos y otros han quedado anulados. El contador se ha puesto a cero y se impone la acción en campo abierto, con todo lo bueno que el aire libre y ese extra de oxígeno pueden aportar sobre todo a la sociedad española. Por ahora reinan la expectación y la evidencia de que la crispación es un recurso con vida propia, consustancial e ineludible en situaciones como esta, en la que la derecha no asume que el poder no es de su propiedad. Sería deseable, por higiene y espíritu democráticos, que imperara la actitud de Roberto Bermúdez de Castro (qué lástima que deje la política) antes que la de Rafa Hernando (qué lástima que no la deje); e incluso que hubiera menos echeniques y más errejones y escartines, preferiblemente mejor acompañados, claro, que entienden con más tino los procesos que los empentones. Puestos a pedir, sería perfecto que alguien recordara a Aznar que su tiempo como mesías terminó y que lo que rodea a sus ideas no es aura sino caspa.

De momento sabemos que el tablero en España se ha dado la vuelta y todas las fichas han caído en sus posiciones, aunque unas mejor que otras (que le pregunten a Ciudadanos, partido que confunde regenerar con distorsionar). Aparentemente, en la Moncloa hay mucho arroz para poco pollo, más Gobierno que presidente, algo a lo que no estábamos acostumbrados después de seis años de marianismo vertical y sus consiguientes ministros de corte palanganero. Su endeblez parlamentaria obligará a Pedro Sánchez a tirar de guiños, gestos y golpes de imagen en esta media legislatura que tiene por delante, pero de momento no se puede negar que ha arrancado con el vigor primaveral de un equipo diseñado (lástima la ausencia de Ángel Gabilondo) para llegar a la final de la Champions. Otra cosa será ganarla.

Estamos ante un Gabinete de corte técnico, mayoritariamente femenino, que apunta hacia las energías renovables, sensible al federalismo y capaz de contrarrestar el discurso propagandístico del procés en Europa. Ha tenido que ser por la insostenibilidad en el banco azul de un partido envuelto en corrupción y una constitucional suma aritmética tras una rápida moción de censura -que no golpe de Estado-, pero de repente se percibe que alguien ha abierto las ventanas de un país que parecía abocado a ver morir a Rajoy con la mecedora puesta. H *Periodista