Corren tiempos en los que la visceralidad se impone a la inteligencia; y cuando triunfan los instintos de los intestinos sobre la racionalidad, el resultado suele ser catastrófico. El pasado domingo unos cuatrocientos cargos de Podemos se reunieron en el pabellón Siglo XXI, propiedad del Ayuntamiento de Zaragoza. Desconozco si el uso de ese espacio municipal se hizo conforme a las normas (muy mal si no fue así), pero lo que ocurrió alrededor de un evento garantizado por el derecho de reunión contemplado en la Constitución, se convirtió en un fiasco. Varios cientos de personas, que mostraban abundantes banderas constitucionales, alguna otra con el escudo franquista (hay quien alega que es el del águila de San Juan de los Reyes Católicos, pero no es verdad, porque aunque ambos escudos tienen un águila no son iguales) y varias de Aragón, se concentraron a las puertas de ese pabellón para protestar contra los allí reunidos, que debatían sobre un referéndum de independencia pactado. Alguien violento agredió con un botellazo a la presidenta de las Cortes de Aragón. Como es habitual cuando se impone el sectarismo, enseguida se difundieron informaciones sesgadas. Los organizadores de ese acto, torpes de manual, retiraron por su cuenta las banderas oficiales de España, Aragón, Zaragoza y la Unión Europea que colgaban del techo del pabellón, a lo que el alcalde Pedro Santisteve respondió con rapidez ordenando que se repusieran de inmediato. Pero los manipuladores de turno difundieron que fue el alcalde quien las quitó, y además colgaron fotos de los mástiles vacíos en el exterior del recinto como falsa prueba y patente manipulación. Obviaron decir que en esos mástiles sólo se cuelgan las banderas cuando dentro se celebran actos oficiales, que no era el caso. Esta misma semana Postigo, uno de los más relevantes y geniales humoristas gráficos de la prensa española, publicó en este periódico una viñeta en la que junto a la caricatura de una desolada Angela Merkel, con malos resultados en las elecciones alemanas por el auge de la extrema derecha, se leía: «Tenemos más fachas que en Zaragoza». El comentario es tan cierto como irónico: afortunadamente en Alemania hay más fachas que en Zaragoza, pero algunos se han tomado como un insulto a la capital de Aragón lo que no deja de ser un chiste.

Porque cuando se pierde el sentido del humor (¡Viva Postigo!), comienzan a perderse otros sentidos, y no me refiero a los cinco fisiológicos, sino al sentido común. Y eso es lo realmente grave.

*Escritor e historiador