Una de las características de la humanidad es su capacidad de crear armas bélicas. Podemos decir que también tienen armas algunos animales, armas propias de su constitución, que les sirven para matar, capturar o devorar. Armas que están integradas en su constitución física. Los humanos no tenemos, en nuestro cuerpo, herramientas específicas para atacar a otros seres vivientes, pero hemos sabido inventarlas. Fusiles, cuchillos, bombas explosivas, incluso armas de repetición.

Pero el progreso armamentístico de nuestra especie no se ha detenido. Al contrario, han aparecido las armas informáticas. El lector sabrá -y si no lo sabe vuelvo a confesarlo- que soy un analfabeto informático. Mi respeto por el progreso de la informática es absoluto. Pero empiezo a preocuparme cuando me dicen que existen los virus informáticos. Los virus son grupos de agentes infecciosos que afectan a los ordenadores y pueden transmitirse con independencia de la voluntad del usuario. ¡Qué humanos son! ¡Se pueden manifestar con voluntad destructiva! Ahora se ha divulgado que ha habido la expansión en muchos países del virus WannaCry, que ha puesto en riesgo cibernético a más de 300.000 ordenadores. Esto significa que un virus puede ser una enfermedad infecciosa. La infección ha llegado a más de 150 países. Y la cabeza me da vueltas otra vez al leer que el ataque informático puede venir de Corea del Norte. Pienso en mis años escolares, cuando me resultaba difícil enfrentarme a la sencilla operación matemática de encontrar la raíz cuadrada de un número. Me tranquiliza saber que yo no puedo ser víctima de un ciberataque. No tengo ordenador. Mi vieja Olivetti no necesita ser protegida de ningún ataque. Solo de mi irritación cuando me doy cuenta de que he pulsado una tecla equivocada. H *Escritor