En el 2008, miles de voluntarios fueron mano de obra baratísima para ordenar y organizar los seis meses de la Expo de Zaragoza. A cambio de pase para entrar en el recinto de la muestra, trabajaron decenas de horas para atender a los cientos de miles de visitantes que acudieron a la Expo. Ese caudal humano y desinteresado recibió el apoyo y el reconocimiento del ayuntamiento y se le dio continuidad. Pues bien, ahora el Voluntariado languidece por los recortes presupuestarios, mientras surgen voces que reclaman que no se deje morir un servicio ya casi imprescindible para la ciudad.