Ese gran clown de la política en que está deviniendo Nicolás Maduro cada vez se parece más al payaso diabólico de Stephen King, porque, aunque haga reír a algunos, habita en los subterráneos, se alimenta de inmundicias, asusta a los niños y hace llorar a los más.

La cómica vis comica de Maduro aflora en casi todo cuanto dice, para desembocar en el esperpento en cuanto pretende hablar en serio. «¡Votos o balas!», exclamaba en sus mítines, emulando grotescamente el «!Patria o muerte!» de Fidel Castro. Es por eso muy difícil de entender cómo todo un ex presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha participado en las elecciones venezolanas en calidad de observador, siendo que España mantiene una tensa relación diplomática con la Venezuela chavista y no piensa reconocer el resultado de estos últimos y amañados comicios presidenciales.

Lo de que Zapatero participó como observador internacional será un decir, porque los vídeos de su recibimiento el pasado domingo en los colegios electorales de Caracas no invitan a pensar en otro papel que en el de tocata y fuga. Zapatero ni siquiera pudo acercarse a las urnas. Antes de poner un pie en el primer colegio, una airada multitud le increpó con puños en alto, lanzándole toda suerte de insultos y objetos, como cuando la afición rival despide al árbitro por haber pitado un penal erróneo. De no haber llevado fuerte escolta, Zapatero, que iba a pitar y fue pitado, abandonando el campo electoral a tomatazo limpio, lo habría pasado mal.

¿Es Zapatero, pese a todo, un hombre de paz, un justo, un profeta del diálogo y la concordia, o un tonto? Aquí también, como en Venezuela, las opiniones están divididas. El ex presidente tiene sus defensores, desde luego, y no sólo en el PSOE, gente que sigue alabando y añorando su gestión en lo que tuvo de avances sociales, defensa y participación de la mujer, política hidráulica, etcétera, pero hay otros muchos que dudan de su capacidad. «Zapatero fue el único político español que nos engañó a todos todo el tiempo», sentenció en su momento Jordi Pujol, traicionando su inconsciente, pues era él quien estaba haciéndolo...

La triste experiencia venezolana debería hacer recapacitar al actual Gobierno español, y a nuestro ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, sobre el papel que está jugando España. ¿Cuál?