El uso de alcohol y las consecuencias de este consumo en los adolescentes son el resultado de una serie de factores de riesgo y otros de protección sobradamente estudiados. Estos factores se refieren a contextos en los que se mueve el adolescente: el entorno familiar, el social y el individual.

La percepción que tienen los jóvenes del consumo de los padres, de los amigos, así como la aprobación social del consumo (normalización frente a restricción), correlaciona con el inicio y la intensidad del binomio adolescente-alcohol.

Tras estas aclaraciones técnicas debemos considerar aspectos que atañen al conjunto de la sociedad. Y hay que recordar que el tejido social lo conformamos todos, cada uno con nuestras creencias, sistema de valores, expectativas,emociones, etcétera. Y ello lo manifestamos también en nuestra actitud frente al consumo propio de alcohol, y el de los jóvenes. No vale argumentar que es un tema "cultural" o que parte de nuestra economía se sustenta en la producción y distribución de bebidas alcohólicas: es un tema de salud psicosocial relevante ahora y en el futuro.

A los profesionales que trabajamos en adicciones se nos tacha a menudo de alarmistas, y se obvian nuestros comentarios y recomendaciones sobre alcohol. A la opinión pública no le gusta oír que los adultos somos modelo para niños y jóvenes; que el consumo intrafamiliar incide directamente en su actitud frente al consumo; que somos los adultos fuera y dentro de nuestras casas los que ponemos o no las normas, quienes votamos o no determinadas leyes y los que no acertamos a entender que los problemas de alcohol entre nuestros jóvenes van más allá del fenómeno grupal del botellón .

Por todo esto he decidido que no voy a hablar de alcoholismo. De alcoholismo trataré con mis pacientes quienes, tras recorrer el tortuoso camino del uso "social" y del abuso del alcohol, han tomado la decisión, no siempre fácil, de dejar definitivamente ese consumo. Los alcohólicos son la punta del iceberg, lo que nos llama la atención, lo que nos asusta del consumo, el límite al que "no se debe llegar". Pero ¿qué hay debajo? Hay una mole social que, con su consumo normalizado, reiterado e interiorizado, mantiene el iceberg a flote.

Cuando comentamos los problemas relativos al consumo de alcohol a menudo lo hacemos desde una perspectiva tremendista y prototípica, en la que el alcohólico es visto como un ser perdido, desgraciado y con una biografía que indefectiblemente le ha abocado a beber y a beber en demasía hasta perder el norte de su vida.

Con frecuencia es así. Pero no siempre. El alcohol ejerce su acción lenta y poderosamente, dejando rastro en muchos momentos en los que se bebe teniendo (casi) la certeza de que nada grave va a suceder. Es lo que llamaría coloquialmente "efectos colaterales" , efectos periféricos, no trascendentales, no comprometedores de la vida pero sí con una elevada pérdida de bienestar físico y psíquico para el que bebe, para su familia y para la sociedad.

¿Cómo calibrar el desgaste de una familia en la que un fin de semana tras otro el adolescente sale a beber con sus amigos? ¿Cómo medimos el bochorno que se siente cuando un amigo/a lleva encima unos tragos de más? ¿Qué sucede cuando se ignora que no se debe beber "ni un poquito" en el embarazo? ¿Qué pasa si alguna vez se olvida el preservativo porque voy "algo bebido"? ¿Y si un domingo no me levanto hasta las cinco de la tarde? ¿Y si cojo la moto habiendo tomado "sólo unas cervezas"? ¿Y si me salto la ley vendiendo alcohol a menores? La respuesta será: casi nunca pasa nada. Nada que cambie radicalmente la vida, como dejar de caminar para tener que moverte en silla de ruedas; o dejar los estudios para cuidar de un hijo no buscado; o perder el trabajo; o no acordarte de recoger a tus hijos del colegio.

Por ello, como nada de esto suele suceder, creemos que el uso moderado de alcohol es algo trivial y pasamos por alto sus consecuencias "menores". La mentalidad de usuario hace perder la dimensión del problema.

El alcohol está con nosotros, vive en nuestras casas, lo invitamos a nuestras fiestas más íntimas, juega con nuestros hijos, enseñamos a nuestros hijos a jugar con él, coqueteamos, degustamos sus "mieles" y establecemos relaciones perversas con él: ensalzamos a quien sabe beber y denostamos al que ha sido "vencido" por él.

Todo esto y bastante más, es el alcohol en nuestra sociedad