Tras el largo y cálido verano 2008, con su místico periodo de paz, el ayuno, en su solidario paréntesis, de todo denuesto, y la ausencia de conflagración, la costilla política vuelve al barro del que fue creada.

¿Acaso podría ser de otra manera?

Tuvimos la fedatación de ese retorno a la arena en el televisivo foro de Todos los hombres del presidente, el programa debate de La General TV. Frente a esas cámaras, un aguerrido Sebastián Contín, concejal del PP zaragozano, quiso amargarle la fiesta post--Expo a Luis Alberto Laguna, político socialista enrolado en el equipo de Belloch, como edil de Infraestructuras y Protocolo. Y tampoco Miguel Martínez, coordinador del grupo de CHA, estuvo precisamente complaciente con respecto a las previsiones futuras del equipo de gobierno.

Contín, por ejemplo, aseguró que un alto porcentaje de los visitantes a la muestra internacional no habían pasado por taquilla, y que la elevada proporción de usuarios procedentes de la propia capital del Ebro, o de la comunidad autónoma, demostraba que la publicidad del evento no había logrado atraer el suficiente público de fuera.

¿Escarceos, guerra de cifras? Gobierno y oposición seguirán confrontando en los balances porque desde el PP no se puede seguir escribiendo otra crónica que la del cambio de siglas.

Domingo Buesa, en efecto, como jefe de la oposición municipal zaragozana y candidato, (también en principio), a medirse con un Juan Alberto Belloch que ya ha expresado su disposición a concurrir a una tercera legislatura, no parece dispuesto a conceder ventaja alguna.

Dado el acentuado unipersonalismo de instituciones tan próximas al ciudadano como los entes municipales, los éxitos de la Expo, como también sus carencias, quedarán indisolublemente unidos al capital político e institucional de un alcalde al que no se le podrá negar que ha transformado Zaragoza. Desde la oposición, ése es un hándicap difícil de compensar o de superar.

De ahí que la lupa conservadora vaya a fijarse con particular detenimiento en las cuentas y los aprovechamientos ulteriores de la Expo, así como en los nuevos retos y desafíos que la ciudad tiene pendientes

Los socialistas, como ya hiciera Luis Alberto Laguna en el plató de Todos los hombres del presidente, tienen a su favor el alto grado de satisfacción de la Expo, la fuerte inversión del Gobierno de España y los efectos transformadores, dinamizadores de las numerosas obras públicas emprendidas al calor de un evento internacional del que, dentro de una centuria, se seguirá hablando en la capital del Ebro.

Sin embargo, el efecto post-Expo, en su capítulo de inversión municipal, puede acabar por convertir la deuda acumulada en una mochila llena de piedras para el equipo de Belloch. La muerte anunciada de algún que otro servicio o prestación no inspirarán cariñosos titulares para la coalición PSOE--PAR. Pero el tiempo pasará y con él, quién sabe, la estrechez. El hecho de haber estallado la crisis general al comienzo de la legislatura, cuando todavía faltan tres años para la próxima cita en las urnas, favorece al poder. Lo malo para el gobierno, si breve al principio, es bueno al final.

Escritor y periodista