Soy fiel lectora de Petros Markaris, que con su trilogía de la crisis retrató como nadie lo que estaba pasando en Grecia en el pasado reciente. En cambio, en su último libro, Offshore, Markaris retrata un país que comienza a abandonar la austeridad, en el que fluye el dinero gracias a un gobierno de jóvenes tecnócratas que consiguen que vuelvan al país las grandes empresas y las inversiones. No les desvelo la trama del libro, pero al final el dinero es el mismo que salió provocando la crisis, y que ahora vuelve para multiplicarse porque han decidido que Grecia vuelva a crecer. Leyéndolo me acordaba de la frase de otro libro, Lo que el viento se llevó. En él, el protagonista, Rhett Butler, un especulador que se forra gracias a la guerra de Secesión, dice algo así como que las grandes fortunas se levantan en dos momentos históricos: cuando un país se hunde y cuando un país se levanta. Y todo esto no es más que un preámbulo para exponerles una idea: Francia ha votado a Macron, una incógnita política, un neoliberal con unas ideas proteccionistas para Francia y para Europa. Un hombre con el que el gran capital puede sentirse seguro, lejos de la imprevisibilidad de la ultraderecha. ¿Y quién nos dice que la victoria de este político no es sino el comienzo de la vuelta del dinero a Europa? ¿No les parece que algo así se barrunta en el aire? No es que eso sea malo; bastante hemos sufrido ya. Lo terrible es la constatación de que somos sujetos de un experimento en el que no tenemos voz ni voto, el de quienes manejan el dinero de verdad.

*Periodista