Los europeos celebramos en paz el centenario de la gran guerra. Y dedicamos interminables horas a discusiones bizantinas sobre el 3% de déficit y otras cuestiones irrelevantes desde la perspectiva histórica de los verdaderos problemas del siglo XXI. Mientras, las nuevas potencias mundiales quieren, con razón, participar en el gobierno de la mundialización. El acuerdo alcanzado por los BRICS (acrónimo que agrupa a Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) reunidos en Fortaleza para crear un banco de desarrollo y un fondo de reserva de divisas es una alternativa a las instituciones que nacieron en Bretton Woods, ambas basadas en Washington y controladas por el mundo occidental, y con la capacidad de veto de EEUU.

La misión original de esas instituciones eran la estabilidad financiera, el desarrollo y el empleo. Pero en el ultimo cuarto del siglo pasado, tanto el Banco Mundial como el FMI aplicaron el llamado consenso de Washington de liberalización, desregulación y privatización. Frente a las crisis financieras, los países emergentes tuvieron que aplicarlo para obtener financiación. Para ellos, esa experiencia implicó altos costes sociales, económicos y políticos.

Las instituciones de Bretton Woods también fueron incapaces de prever la crisis financiera del 2008. Y las terapias que aplicaron a los países occidentales fueron bien diferentes de las que se impusieron a los países del Sudeste Asiático. Descontentos por este trato desigual, los países emergentes han tratado de modificar desde dentro estas estructuras. Con poco éxito. El Congreso norteamericano aún no ha aprobado la tímida modificación del reparto de votos en el FMI a pesar de que EEUU mantenía su capacidad de veto.

LOS BRICS y otros países emergentes participaron en el G-20 esperando influir en la gobernanza global. Cierto que en su reunión del 2009, el G-20 articuló una nueva visión de esa gobernanza. Pero poco se ha hecho, en particular en la coordinación de los estímulos macroeconómicos, fiscales y monetarios, para superar la crisis y prevenir la siguiente. Así, cuando la Reserva Federal anuncia su intención de modificar su política monetaria, las salidas de capital de los países emergentes buscando una mejor retribución en los mercados occidentales desequilibran las monedas de países como Brasil. Es normal que los BRICS hayan querido construir su propio consenso y dotarse de los instrumentos para aplicarlo. Por lo tanto, estamos yendo del consenso de Washington al consenso de Río, como respuesta a los cambios en la economía mundial y la resistencia de los occidentales a adaptar las instituciones globales a esta nueva realidad.

El Bric-Bank, con base en Shanghái y presidido por un indio, dispondrá inicialmente de 50.000 millones de dólares, aunque llegue a los 100.000 previstos seguirá siendo poco ante los 370.000 del FMI. Pero lo controlaran ellos, su objetivo será distinto y será menos condicional a las reformas que exigían el FMI y el Banco Mundial. Los países emergentes tienen enormes necesidades de financiación, sobre todo en energía y desarrollo urbano. Solo en África la población urbana aumentara en 1.000 millones en 30 años. Las necesidades de infraestructuras son enormes. Cuando nos oyen hablar de austeridad y recortar la inversión y el gasto piensan, con razón, que ignoramos las penosas condiciones de vida de sus poblaciones.

La creación de un fondo de reserva de 100.000 millones de dólares para hacer frente a las crisis financieras responde a la misma lógica de buscar autonomía de acción. China, que está sentada sobre una montaña de reservas de divisas, aportara la parte del león, 41.000 millones. Y todavía le quedaran recursos para su otro proyecto, el banco asiático de inversión en infraestructuras. Le dará más influencia en la región que sus incipientes fuerzas navales.

AMBOS NUEVOS bancos aparecen como alternativas a las instituciones que han articulado hasta ahora el sistema financiero internacional. Pero no todos los BRICS lo ven igual. En realidad, no tienen una misma visión estratégica del pos-Bretton Woods. A los BRICS (brick significa ladrillo en inglés) les falta el cemento que les dé coherencia. Todos tratan de contrarrestar la potencia del dólar y de EEUU. Pero de maneras muy diferentes. La Rusia abiertamente antioccidental tras la crisis de Ucrania, lo plantea como una forma de acabar con la dominación financiera norteamericana. China está en posiciones más templadas. En el fondo, el orden librecambista instaurado por Washington está en la base de su prosperidad. Y hasta que no quiera que el yuan sea una verdadera divisa se adapta bastante bien al dólar.

En Brasil, han ocurrido estos días acontecimientos más importantes que el Mundial. Y en este juego China ha sido la campeona.

Expresidente del Parlamento Europeo.