La farsa catalana va camino de convertirse en tragedia, toda vez que el director de la obra no sabe ponerle punto final.

Es muy cierto que debería haberse actuado políticamente hace ya muchos años, cuando Jordi Pujol comenzaba a construir el edificio nacionalista. En cuanto su partido empezó a repartir cargos y títulos de buenos catalanes, frente a quienes, como Josep Tarradellas, un político de mucha mayor altura que él, pero que fue su primera víctima, creían en una Cataluña dentro del Estado de las Autonomías. Hubo que actuar entonces, en cuanto Pujol comenzó a formar cuadros de fanáticos como Pujals (el loco de la inmersión lingüística), Turull (el actual portavoz del Govern, un verdadero nazi), los sectarios de ANC y otros organismos generosamente pagados con dinero público para tergiversar la historia, inventarse un pasado glorioso, analizar el presente en clave de opresión española y pronosticar un futuro para la independencia.

Algunos ya dijimos hace veinte años que este nacionalismo excluyente, sectario, supremacista, antidemocrático sólo podía conducir al pueblo catalán al odio y a la exclusión, y así, por desdicha, está ocurriendo, al extremo que estamos cerca del abismo.

¿Qué va a ocurrir? Si Puigdemont, un títere en manos de la CUP, el grupo anarquista que le marca el calendario, declara la independencia de Cataluña, acto anticonstitucional y delictivo, severamente penado, el Gobierno español no tendrá más remedio que suspender la autonomía.

¿Y luego? Se entrará, supongo, en una etapa de transición, a base, imagino, de comisiones gestoras que mantengan el funcionamiento de las instituciones catalanas hasta, probablemente, activar los mecanismos para una convocatoria de elecciones autonómicas, de las que pueda surgir un nuevo Parlament, ojalá que capaz de superar las crisis.

¿Y si los indepés no cejan en sus manifestaciones y algaradas, parodias o sucedáneos de consultas, qué pasará..? Pues que desde esas instituciones vacunadas con la Constitución se tratará de convencerles de su error y de que retornen a la senda democrática y constitucional.

¿Y si eso no funciona, si los radicales toman calles, colegios...? Habrá altercados, barricadas, contusionados... y ojalá nos quedemos ahí.

Vaya panorama...