Ningún demócrata negará que tanto la Ley de Desconexión aprobada por el Parlament en las bochornosas sesiones del 6-7 de septiembre como el atropellado referendo del 1-O son inadmisibles. Independizar un país con tales procedimientos vulnera el propio derecho de autodeterminación y las reglas más elementales de la democracia. Hasta aquí, de acuerdo. Puigdemont, Junqueras y Forcadell actúan como lo que son: unos mediocres ensoberbecidos que pretenden pasar a la Historia aferrados al ideal patriótico para encubrir, justificar y convertir en epopeya cualquier despropósito.

Pero ninguna persona razonable podrá ignorar que los jefes del independentismo catalán jamás hubiesen tenido tanto éxito sin la colaboración necesaria del Gobierno español y del PP y Ciudadanos. En las últimas 72 horas, la incompetencia de Rajoy, Sáenz de Santamaría y el ministro Zoido ha alcanzado las más altas y gloriosas cimas. Han hecho el juego al soberanismo hasta extremos inconcebibles. Han errado en sus acciones. Se han escudado en un argumentario absurdo e ineficaz. Han perdido las calles de Cataluña y la opinión pública mundial... Una catástrofe. Y entonces, justo cuando toda España boqueaba sumergida en el desconcierto y el temor, nuestro Mariano nos dice que ya dará la cara ante el Congreso (sede, dicen de la verdadera soberanía nacional) elpróximo día 10, ¡dentro de una semana! Fuimos muchos los que ayer al mediodía, al conocer el dato, atravesamos el puente que va de la estupefacción a la indignación. ¿Nos vuelve a tomar el pelo el presidente? ¿Todavía no se ha enterado de lo que pasa? ¿Pretende administrar el tiempo a su perezoso modo? ¿O tal vez no sabe qué hacer ni qué decir?

Así que el Rey entró al relevo sobre la marcha, contraprogramando a los separatistas e intentando tapar el hueco (que dejaba Rajoy). No creo que tranquilizase a mucha gente, porque aquí casi nadie espera ya milagros. Lo ha dicho el presidente del Círculo de Empresarios: «Hay que defender el Estado de Derecho con más inteligencia». Elemental.H