La llegada del llamado, con no poca exageración, Tesoro de Sijena ha venido a ser como el jubiloso estallido de una colección de fuegos artificiales, de esos con los que se cierran las grandes fiestas patronales. Ruido, color, alegría y después... cada cuál a su casa, que al día siguiente hay que madrugar. La vida sigue. entre otras cosas porque piezas extraídas en su día del cenobio monegrino por sus piadosas y aprovechadas monjitas (¿nadie les va a pedir explicaciones?) siguen repartidas por medio mundo: el Prado, Nueva York, Bilbao, la propia Barcelona. Claro, algunos de esos bienes fueron pignorados cuando no se había procedido a su catalogación y protección. Pero... ¿son menos nuestros y menos importantes que los recuperados del Museo de Lérida? ¿Serán reivindicados, exigidos y peleados como estos? ¿O ya no estamos para más exaltaciones del orgullo aragonés? Se verá.

Pero no nos engañemos: mientras esperamos (sentados) que retornen también las pinturas murales de la Sala Capitular, lo de Sijena pierde fuelle. Al cabo de un tiempo, cuando la curiosidad y el fervor patriótico se desvanezcan, el supuesto Tesoro irá quedándose, si no olvidado, sí que sumido en cierta indiferencia. Más o menos como los frescos cartujanos de Goya, que después de tanto reclamar su exhibición, ahora casi nadie va a verlos. Además están repintadísimos y del arte de don Francisco les queda bien poco. En fin... Conste en acta que servidor ha sido partidario tanto de la apertura al público de la Cartuja de Aula Dei como del retorno a Sijena de lo que nunca debió salir de allí. Pero habría que relativizar este tipo de barullos.

Porque mientras nuestros próceres proclamaban con desmesurado empaque la naturaleza histórica del retorno y mientras Lambán presumía, los secesionistas catalanes rabiaban, el Gobierno central se escudaba en los tribunales (qué raro, ¿verdad?) y la ministra de Sanidad casi se pasaba al otro bando, mientras todo esto sucedía, digo, lo de Figueruelas se empezó a poner feo, y eso que llevábamos días sin acordarnos del tema Opel, esa bagatela.

Vuelvo a plantear la misma cuestión de hace semanas: o Aragón empieza a dedicar atención, intención y esfuerzo a los asuntos que de verdad importan o seguiremos en esta decadencia (dulce todavía pero que puede ponerse muy amarga) hasta el fin de los días. Ya me joroba tener que dar siempre la nota en esta Tierra Noble, donde el optimismo es una actitud de obligado cumplimiento, pero cada vez es más urgente poner el foco sobre lo que de verdad importa y revisar la historia más reciente para sacar alguna conclusión lógica. ¿No hemos aprendido nada del caso Inquinosa, cuando eliminar el lindano que envenena aguas y tierras nos va a costar cientos de millones? ¿No nos enteraremos nunca de que incluso las agencias de riesgo dan por acabado el uso del carbón como combustible? ¿Seguimos creyendo que el complejo industrial del automóvil estará aquí eternamente? ¿Somos conscientes del deterioro de la sanidad y la educación públicas?

Me parece que no, que seguimos en la inopia. Eso sí, les hemos metido un gol a los catalanes por toda la escuadra. Con eso tenemos bastante. ¡Viva!.