A Luis Cid le gustaba bajar paseando cada viernes por la calle Alfonso hasta El Pilar para rezarle a San Judas Tadeo, patrón de las causas imposibles. Siempre dejaba una limosna y le pedía por el Real Zaragoza. Carriega, entrenador del equipo aragonés entre 1972 y 1976, falleció ayer en su querida Allariz, en Orense, a los 88 años. Bajo su mando los Zaraguayos alcanzaron el subcampeonato de Liga en la temporada 74-75 y quedaron a las puertas de culminar con un título unas campañas de fútbol maravilloso. Como tantos jugadores y técnicos que han abrillantado la historia de este club durante décadas, Carriega también se enamoró de Zaragoza y del Zaragoza.

Hace poco más de un mes, acompañado por su mujer Luisa y su hijo José Luis, rodeado de recuerdos, rememoraba en una entrevista con Raquel Machín en este diario el inmenso cariño que se llevó de aquí para siempre: la entrada de su finca es una reproducción de la de la Ciudad Deportiva, en su despacho cuelga una foto con Pelé en La Romareda o el banderín del Zaragoza. Y en el dormitorio, por supuesto, una imagen de la Virgen del Pilar.

Carriega se ha marchado camino del cielo de las glorias blanquillas. Allí, seguro, le volverá a pedir a San Judas Tadeo por su querido Zaragoza. Por que esa causa que hoy parece imposible, sea algún día posible y el equipo regrese a Primera División, el lugar desde el que cientos de hombres levantaron la fascinante leyenda del club y a los que nunca hay que olvidar honrar.