A tres días de las elecciones, al final de una campaña electoral en la que ha sobrado propaganda y autobombo, y faltado ideas y debate, las encuestas insisten en que el país va a quedar electoralmente muy fragmentado y que cuatro partidos van a tener que pactar prácticamente en igualdad de condiciones. Y es la perspectiva de grandes pactos políticos, en un país sin apenas cultura pactista, lo que en buena medida retrae a ese 40% (en Aragón ronda el 45) que aún no ha decidido su voto y que puede provocar un ataque de risa colectivo la noche electoral. Porque ese 40% que duda es mayoritariamente un votante escaldado, decepcionado y apático que rumia, no obstante, si no será peor el remedio que la enfermedad. La verdad es que da mucho repelús oír el lenguaje tabernario y guerrero que gastan algunos líderes políticos que con tal de desacreditar al contrario hasta han colado a ETA en campaña. No será fácil, pero sí interesante, leer los resultados. Casi como en el 79, cuando en las primeras elecciones municipales de la democracia concurrieron al Ayuntamiento de Zaragoza doce candidaturas, tres de derechas y nueve de izquierdas. Imperó el sentido común y la generosidad, y el resultado fue un potente gobierno que transformó la ciudad y la hizo más grande, más bonita y más habitable. Bien es verdad que aquella campaña estuvo agitada (no revuelta) por un grupo de intelectuales que formaron la Candidatura Ciudadana Independiente cuyo lema era Zaragoza, ciudad mortal. Convendría no olvidarlo.