Tengo que reconocer que algunas ocurrencias que están teniendo los recién llegados a la política me provocan un ligero desconcierto. Lo que no quiere decir que no me alegre por las ocas, que sin duda a partir de ahora, siendo apartadas del estrés que provoca participar en un belén, van a vivir mucho mejor. Incluso mucho mejor que yo. Pero, por ir al grano, hay otras iniciativas que me convencen de que la movilización ciudadana, bien encauzada, puede ser un instrumento capaz de hacer mucho bien. Presenta Ada Colau en Barcelona un proyecto para crear un registro de familias dispuestas a acoger refugiados en sus casas. Como todos ustedes sabrán, se nos viene encima una oleada de personas desplazadas por las guerras en Siria o Irak, que no es que aspiren a vivir una vida mejor (muchos de ellos ya tenían una vida satisfactoria) sino que aspiran a vivir otro día. Que no es poco. Mariano Rajoy duda entre acoger a media docena o a una docena entera, y ahí está, mareando la perdiz mientras esos hombres, mujeres y niños tienen que comer, beber y vivir cada día. Pero no vamos a hablar de eso aquí, porque lo de Rajoy no tiene remedio; hay que quererle tal y como es. Total, que la iniciativa de Colau es buena, porque permitirá demostrar si los españoles estamos por cambiar la sociedad o es que vamos mucho de boquilla. Manuela Carmena ha dicho que Madrid se une a esta red de ciudades-refugio, y el solo nombre ya suena reconfortante. Así que ahí quiero ver yo a Zaragoza. Ese título es el que le falta a esta noble ciudad. Periodista