En el caprichoso calendario coinciden el Día Internacional del Libro y el Día de Aragón, ambos el 23 de abril. Hace ya varios años, el paseo Independencia de Zaragoza se convierte en una verdadera fiesta de la cultura y del libro, con la presencia de numerosos autores en las decenas de puestos de editoriales y librerías. Hasta hace un par de años los autores que acudían a firmar a Zaragoza eran aragoneses; pero algo está cambiando. Este año van a estar presentes algunos grandes autores españoles, que han elegido venir a Zaragoza antes que a Barcelona, la otrora cita ineludible. Así, pasado mañana estarán firmando en el zaragozano paseo Independencia grandísimos autores como Juan Eslava Galán (premio Planeta con En busca del unicornio, grandísimo novelista y ensayista y un verdadero maestro de las letras españolas), José Calvo Poyato (autor de El espía del rey y Sangre en la calle del Turco, entre otras obras monumentales de la novela histórica) o Rosario Raro (la celebrada autora de Volver a Canfranc y La huella de una carta). Barcelona y su Sant Jordi siguen siendo una gran fiesta del libro pero Zaragoza también. Hace diez años yo decidí no volver más al Sant Jordi barcelonés, al menos mientras siga en una deriva en lo que lo grotesco, lo provinciano (en el sentido peyorativo del término) y lo ridículo primen sobre la cultura, la universalidad y la excelencia. En mi último año en Sant Jordi fui testigo de situaciones tan esperpénticas que me empujaron a no regresar a firmar ese día en esa ciudad (hasta entonces alternaba los años impares en Zaragoza y los pares en Barcelona).

El camino que ha tomado una buena parte de la sociedad catalana y barcelonesa, incluido el Día del libro, es muy preocupante. Cada vez queda menos de aquella Barcelona universal, libre internacionalista y abierta que enamoraba a los que acudían a sus teatros, sus librerías, sus salas de conciertos y sus tertulias literarias. Por eso, no me extraña que, poco a poco, los grandes autores decidan dejar de ir a San Jordi y prefieran a San Jorge.

Zaragoza es una urbe mediana en la red de ciudades europeas, pero tiene un potencial extraordinario por su ubicación, su futuro y su gente. Aunque para ser esa gran ciudad del sur de Europa, un moderno centro de encuentro y de progreso, le falta un importante paso, el que se da cuando la cultura se convierte en la principal referencia ciudadana. El 23 de abril se presenta una nueva oportunidad para seguir avanzando. Aprovechémosla.

*Escritor e historiador