Acaba la semana y un servidor de todos ustedes se planta ante el ordenador dispuesto a centrarse en la actualidad aragonesa sí o sí. Es el Mirador del domingo, vale. Pero ya hay temas que no sé ni cómo meterles mano. Lo del Ayuntamiento de Zaragoza, por ejemplo. Una de las instituciones más significativas de la Tierra Noble se ha convertido en un extravagante teatro del absurdo. Entre los que pretenden cambiarlo todo sin saber ni por dónde les da el aire, quienes recelan de aquellos por la simple razón de que se están comiendo su bocadillo y aquellos otros que representan el interés fundamental de los verdaderos amos (fácticos) de la ciudad... el guirigay ha llegado al paroxismo. No sabes ni el qué ni el quién ni el dónde, pero mucho menos el cómo y el por qué. Menuda papeleta va a tener el vecindario de la Muy Heroica ciudad cuando lleguen las próximas elecciones municipales.

En otros ámbitos institucionales las cosas van también manga por hombro, pero todavía es posible medio descifrarlas. Por ejemplo, ahora mismo, la nueva etapa política abierta por la irrupción de un nuevo Gobierno central propone nuevas posibilidades de que Aragón saque algo en claro. Es preferible mantener el escepticismo, pero, oye... ¿quién sabe?

Si hay suertecica y extraemos alguna empatía del ministro Ábalos, que no parece un ser demasiado cariñoso, es posible que Aragón logre algún avance significativo en esas cuestiones que tanto nos preocupan... con razón o sin ella. Estaríamos mejor preparados para aprovechar futuras oportunidades si tuviésemos una idea cabal de qué queremos y para qué. O sea, si dispusiéramos de un horizonte estratégico como el que, por ejemplo, ha traído al País Vasco desde la Revolución Industrial hasta la Industria 4.0 pasando por una brutal reconversión (en los 80) superada con una visión clarísima de los objetivos y los medios para alcanzarlos.

Pero siendo Aragón lo que es, en estos momentos puede recuperar una interlocución con el Gobierno central y a través de él con la Unión Europea que quizás (solo quizás, ¿eh?) permita avanzar en materia de infraestructuras (en particular el Canfranc), en políticas específicas para combatir la despoblación, en una financiación acorde con las peculiares características de nuestro territorio... De momento, los ministros están dando buenas palabras y adquiriendo un primer nivel de compromiso. No es gran cosa, pero es más de lo que se pudo lograr de Rajoy y los suyos (como antes de Aznar&Cía). La derecha suele considerar a la Tierra Noble una cosa tan suya, tan españolísima y tan de buen conformar que casi nunca se ha dignado prestarnos atención. Indiferencia y, como mucho, palmaditas y vagas promesas.

Inquieta que Lambán no parezca encajar bien con el sanchismo (que es el único futuro posible del PSOE) y que muchos de sus criterios tampoco encajen con los nuevos programas de gestión (aquí, el socialismo oficial es como premoderno). Pero eso puede arreglarse. Todo evolucionamos en esta vida y nuestro presidente no ha de ser menos. Sobre todo porque le conviene. En mayo, elecciones. Ojo.