Mientras en ciudadades como Barcelona, Palma o San Sebastián los radicales se quejan de la masificación turística y de la cosificación de sus bellas ciudades, en Zaragoza hay camas hoteleras para alojar a miles de visitantes. En julio los hoteles cerraron con una ocupación del 54 %, menor que el año pasado. Los zaragozanos les esperan con los brazos abiertos.