EEl Real Zaragoza está perdiendo muchos puntos y ahora incluso la cabeza. Se ha colgado del balcón de la sexta plaza no se sabe muy bien si para seguir con vida o para poner fin a sus días de vino y rosas en la zona de promoción. Del médico de cabecera, donde acude una semana y otra también, ha entrado tirando la puerta abajo en la consulta del loquero. Se sabía que al encuentro contra el Llagostera llegaba este equipo tosiendo como un tísico, pero la enfermedad crónica que le acompaña desde su prematuro nacimiento empieza a pasarle factura mental. A otros partidos se había presentado, al igual que en este, sin apenas oxígeno en los pulmones, con un buen puñado de jugadores en la enfermería y alineaciones retocadas hasta con Photoshop. Y no pocos los resolvió evitando la melancolía por las ausencias con inyecciones de fiereza y goles. Era un conjunto de clase media --baja defensivamente-- colándose por derecho propio en el Baile de la Rosa monegasco. Pero ha perdido el paso en las últimas jornadas y a estas horas no sabe si es carroza o calabaza. Popovic vio un Real Zaragoza que hizo méritos para ganar, y se alegró de que sus chicos volvieran a jugar al fútbol... A esto hay que darle una vuelta de tuerca antes de que se empiecen a perder más tornillos por el camino del espejismo.

Por la clínica, la resonancia, el fisio y el recuperador oficial o personal ha circulado la mayor parte del vestuario. En esta ocasión, es cierto, había atasco. Sin embargo, el Real Zaragoza se midió al Llagostera con su zaga más solvente al completo y con su lujosa delantera de matadores y finalizadores. Ocho de sus futbolistas principales estaban en el once contra un rival que flota en su modestia para salvar la categoría. El 4-0 de Mendizorroza y el 2-2 de ayer son claros síntomas de un desfondamiento que procede de los escasos recursos físicos, pero sobre todo de un notable agotamiento competidor y táctico.

El Real Zaragoza es un manojo de nervios al que Ranko Popovic pone cataplasmas de entrenador en las ruedas de prensa, remedio casero para proteger o desproteger a la muchachada según le convenga. Uno y otro, el equipo y el técnico, están perdiendo credibilidad a marchas forzadas, inmersos en una crisis de la que solo pueden salir regresando al punto de partida, a aquel espíritu tribal que les propulsó contra pronóstico del experimento aeronáutico a la galaxia de los seis mejores. Borja hizo doblete y es Pichichi de Segunda. Pero, ¿dónde están Eldin y Pedro? ¿Qué fue del Mario volcánico? Se han abierto guerras inútiles y públicas contra Willian José y una bala perdida le ha dado a Diego Suárez. Los del filial, pese a ser llamados a filas, no están ni para la foto y a Popovic le ha entrado el síndrome Merlín (de la chistera se saca un conejo diferente para actuar de mediapunta o medio tapón).

Así te empata el Llagostera. Así encajas seis goles en dos partidos. De esta forma las manos se te escurren de la barandilla del balcón del sexto piso porque la rocías de aceite. Tan cerca de la luna y juegan como lunáticos. Menos mal que sus cazadores se disparan al pie.