El minuto de silencio que precedió ayer al partido de La Romareda entre el Zaragoza y el Oviedo no fue de recibo. Era un homenaje al ertzaina Inocencio Alonso, fallecido durante los incidentes previos al Athletic-Spartak, y los zaragocistas más radicales, los del Ligallo, empezaron a corear «¡Íñigo, presente!», en referencia al aficionado fallecido en San Mamés en el 2012 por el impacto de una pelota de goma. Ocurrió lo mismo en Vallecas, en el Rayo-Huesca, donde los Bukaneros intentaron reventar el minuto de silencio. La Romareda mandó callar ayer a los ultras. Pero el Real Zaragoza debe ser duro con ellos. Este tipo de espectáculos no son propios de un campo de fútbol por lo que hay que alejar a los que los provocan.