Hoy hemos de asistir, dicen, a otra jornada histórica. Al parecer no lo sería tanto si el Govern convocase elecciones autonómicas en Cataluña, lo cual satisfaría al Gobierno central, al PP, a Ciudadanos (que ahora juega de extremo derecho) y al PSOE. Es curioso, ¿verdad?, que el españolismo cañí ponga por delante las urnas pensando que de ellas saldrá una solución, y sin embargo se niegue a pactar referendo alguno para zanjar el lío catalán. En el otro lado, los secesionistas rechazan cualquier convocatoria si antes no se proclama la independencia y se aferran al ¿resultado? del pseudoplebiscito del 1-O.

Pero de momento quede la Historia en manos de Rajoy y Puigdemont, y volvamos la vista a la atribulada ciudad de Zaragoza, cuyos vecinos van a tener que apoquinar en poco más de un año tres recibos del ICA (Impuesto por Contaminación de las Aguas) correspondientes a otros tantos ejercicios, desde 2016. El alcalde de la Ciudad Inmortal lo ha explicado con meridiana claridad: «Nos obligan a pagar el pufo de otros». Cierto y verdadero. La capital de la comunidad (que ya se hizo cargo de su particular pufo, el que supuso la gran depuradora de La Cartuja) tiene que sostener ahora el mamoneo ajeno: aquel Plan de Saneamiento aragonés mal elaborado y peor gestionado por el regionalista Boné, con la complicidad de los socialistas y, colateralmente, del PP.

En el Pignatelli dicen que no, que esto no es un atraco fiscal sino consecuencia de la aplicación de la ley. ¡Ah, la ley! Ya ven que señora tan casquivana: cierra los ojos ante el escándalo de las depuradoras amañadas, sobrevaloradas y falseadas... pero avala que los zaragozanos paguen por algo que no les incumbe y cubran así la mencionada chapuza. La ley, amigos, cada vez resulta más flexible y viscosa, una culebra que se desliza amable a los pies de unos y se enrosca estranguladora en el cuello de otros. Entonces, los primeros se vuelven a los segundos para endosarles el latinajo: «Dura lex, sed lex», que en lengua vulgar viene a ser algo así como: «Si te ha pillao la vaca...» Vaya broma macabra.