El Real Zaragoza es un reflejo preciso de cómo vivir al límite, con los consecuentes riesgos, dolorosas caídas, momentos de éxtasis como el del sábado a la noche, aciertos e incongruencias y un constante viaje por el tobogán de lo imprevisible. La temporada pasada, dentro de un marco diferente en la construcción del equipo y en la posterior crueldad de una enfermería insaciable, su trayectoria destacó por subidones y descensos en picado para acabar a un palmo de la gloria del ascenso. Fue un equipo de complicada calificación, amigo de los empates, bien dotado en ataque y con un sistema defensivo en constante sospecha que halló en Jesús Vallejo a un joven pero maduro mesías.

La victoria contra el Almería, radiante en la agonía del encuentro, ha mostrado a un conjunto valiente, con capacidad de reacción, fiel a un estilo de alborotada búsqueda del triunfo aun con la derrota en las espaldas. Clarividente en las acciones ofensivas a balón parado.También, sin embargo, a un grupo que no logra cerrar su portería sea frente a un rival poderoso o contra otro de menor alcurnia, que comete errores que le penalizan a perder puntos o a someterse a sobreesfuerzos mayúsculos. Aunque ha ganado en atractivo y en futbolistas que dan mayor profundidad a la alineación y a su armario, este Zaragoza, por el momento, sigue subido al Dragon Khan, un juego que puede reservar catarsis como las del gol de Cabrera o depresiones similares a las de Anduva. Esos cambios de humor no son recomendables para un aspirante al salto directo a Primera.

En tan solo dos jornadas ya se han detectado varios aspectos que invitan al optimismo. Siempre y cuando, claro está, el equipo logre desprenderse de esa adicción natural o forzada a recrearse en el vértigo: a que un día Ranko Popovic olvide el carnet de entrenador y al siguiente partido lo encuentre; a que las manos de Bono sean del mismo y seguro material le tiren una bomba o un globo (y si no, ahí está Manu Herrera)... Es decir a adquirir una serie de rasgos colectivos que aseguren un mayor grado de regularidad competitiva, reduciendo los fallos humanos con mecanismos de fuerte arraigo estratégico. Por supuesto a que jueguen quienes den el rendimiento adecuado, lo que no ocurre con Aria. El japonés es un capricho del técnico sin lugar por ahora en el campo. Mientras se aclimata o lo intenta para ser útil, que lo coloque en la mesita de noche como recuerdo de sus viajes allende los mares.

Si esas correcciones son efectivas, el Real Zaragoza sí será cabeza de león con la espectacular progresión de Cabrera; el tan inesperado renacer de Rubén; la confianza que aportan Marc Bertrán y un Rico muy mejorado; el trabajo titánico, silencioso y quizás algo monótono de Wilk y Dorca... Y luego están los clásicos, Pedro y Jaime, dos futbolistas que junto al lesionado Hinestroza convierten la línea de llegadores en una ola gigante de imaginación y recursos. Con Ángel se ha descubierto que el delantero diferente que se deseaba está en casa. Se trata de un punta cualificado para superar la docena de goles, un inquieto atacante con ramalazos de David Villa. Materia prima hay. Solo es obligatorio bajarse cuanto antes del traicionero Dragon Khan.