La dimisión del fiscal jefe Anticorrupción, Manuel Moix, ya parecía cantada desde que se publicó que era copropietario de una sociedad patrimonial en el paraíso fiscal de Panamá. Su caso repite lo que sucedió con el ministro de Industria, José Manuel Soria, cuyo nombre apareció en los papeles de Panamá. En los dos episodios se han producido las mismas excusas, las mismas mentiras -que si la sociedad estaba inactiva, que si era de su padre, que si no la cerró porque sus hermanos no podían pagar los gastos...-, hasta que la realidad se ha impuesto y el protagonista ha abandonado el cargo. Como en el caso de Soria, la dimisión de Moix ha llegado después de que Rajoy y el ministro de Justicia primero le apoyaran y después se desentendieran del asunto. Moix ha reaccionado más rápidamente que Soria, porque ha renunciado a los tres días de saltar el escándalo, mientras que el ministro tardó una semana. Pero las explicaciones del fiscal general del Estado, José Manuel Maza, al aceptar la dimisión demuestran que el PP y sus altos cargos no aprenden. Decir que intentó persuadir a Moix para que no dimitiera porque no ve motivos solo puede conducir a que el próximo en dimitir tenga que ser el propio Maza. Además de las mentiras, ¿no hay nada reprochable en que el fiscal que tiene que perseguir a los que ocultan dinero en los paraísos fiscales tenga una empresa en uno de ellos?

Las conclusiones de la Comisión de Investigación relativa a la gestión de los representantes de Zaragoza en Común, incluido el alcalde Santisteve, en el Consejo de Ecociudad han dejado al equipo que gobierna el ayuntamiento al pie de los caballos. No deja de resultar sorprendente que una operación iniciada con intención de poner fin a la externalización del ciclo del agua en la capital aragonesa haya acabado de esta forma, con ZeC acorralada y humillada.

El propio Santisteve abrió una jugada que incluyó acusaciones por su parte (ante la Fiscalía) que luego no logró sostener. El intento de desmontar y judicializar la administración de Ecociudad ha acabado volviéndose contra sus protagonistas como un bumerán incontrolable. La oposición, claro, ha ido a saco. Era su oportunidad.

La comisión de investigación ha adoptado resoluciones muy duras. Pero lo realmente inaudito es que ZeC admitiera con aparente regocijo su creación y pretendiera convertirla en el escenario de un drama cuyo desarrollo no controlaba, que no podía ni sabía ni quería pactar y donde sus pretensiones argumentales nunca tuvieron oportunidad alguna de prosperar. Una apuesta tan elevada (se pretendía poner en cuestión a los directivos de Ecociudad) solo podía estar respaldada por pruebas y testimonios sólidos. Pero no había tal. El equipo de gobierno municipal ha cometido un gran error.