Sometida a sitio por una oposición que incluye al PSOE y CHA, Zaragoza en Común (ZeC) sufre la soledad de los minoritarios. Gobierna Zaragoza con 9 concejales de un total de 31, y lleva diez meses forcejeando con una gestión muy complicada y una herencia envenenada. Pero el principal problema es que esta plataforma (que aunó a diversas fuerzas políticas y sociales de izquierdas, incluyendo a Podemos e IU) lleva un año llegando tarde a todas las citas. Será porque el entusiasmo de Santisteve y los suyos no admite matices ni variables, el caso es que van derivando de frustración en frustración, cada vez más enfurruñados, puteados por unos y otros y sometidos a la insidiosa presión de los poderes fácticos. No han sido capaces de sincronizar el reloj y vivir al fin en el tiempo real. Y para colmo, la prolongada contienda electoral en España planea sobre su futuro como un mayúsculo signo de interrogación.

Echenique, el dirigente de Podemos, dijo una vez que las grandes transformaciones pendientes son cuestión "de determinación política". Como si la fe pudiera mover montañas. Tal vez por eso los de ZeC se conformaron de entrada con tener los votos favorables de PSOE y CHA para lograr la alcaldía; pero sin cerrar un pacto de gobernabilidad concreto ni abrir líneas de comunicación recíprocas. Necesitaban también reforzar su equipo, integrar gente con experiencia y atar al menos a un socio fiable. Chunta daba el perfil; sin embargo ZeC tampoco movió ficha (ni los nacionalistas, claro). Han tenido que pasar meses para que Santisteve intente recuperar el tiempo perdido proponiendo aquel pacto y ofreciendo a CHA entrar en el gobierno municipal.

Las cosas hay que hacerlas en su momento. ZeC ha quemado una etapa crucial enredándose en asuntos menores. Llegó muy tarde a la búsqueda de una solución para la huelga en el bus. Sus propuestas naufragan en el pleno... Ya tenía que haber planteado la posibilidad de ir a una moción de confianza para aclarar las cosas con socialistas y nacionalistas (o romper la baraja de una vez). O sea, ir a la hora por fin. En vez de cabrearse.