Los resultados han cargado de razones al Real Zaragoza, que por fin se ve con el suficiente porte como para hablar del ascenso directamente, al menos sin tanto rodeo. No hay afirmaciones rotundas, no es para tanto, pero la buena racha permite creer en un equipo que hace un mes cualquiera daba por muerto. 10 puntos en los últimos cuatro partidos han devuelto la fe a la masa, entusiasmada desde la victoria del pasado sábado en Tarragona. Lo han percibido en el vestuario, lo saben en el club, donde le han dado una importancia soberana al encuentro del domingo ante el Oviedo. Se entiende que en La Romareda está la pista de salida hacia el único destino que puede elegir el Zaragoza, donde se han dado permiso para despegar.

Entre los jugadores se pide mantener los pies en el suelo antes de prestarse a volar en sueños de grandeza. «Partido a partido», repiten cual si fuera una consigna. Lo es. Pero a la vez sueñan, y creen, y lo dicen aunque sea por lo bajini. También en voz alta se han oído unos cuantos ejemplos desde que el equipo aragonés venció 0-2 en el Nou Estadi.

Debería advertirse primero que el Zaragoza sigue sin haber pasado de la décima plaza en toda la temporada y que está todavía a 7 puntos del Numancia, que ocupa la sexta plaza y es el próximo rival zaragocista, dentro de ocho días en Los Pajaritos. Los cálculos entre una derrota y una victoria por ahí son fáciles de hacer. Como con el Oviedo, que está un punto más lejos, a ocho. Entre 5 y 11 se lee este futuro que viene con escaso margen. En fin, que hay mucha distancia pero se entiende en el equipo que se podrá mantener el resto de la temporada el modo creciente de las últimas semanas.

Aún en Tarragona, Borja Iglesias anticipó los deseos de su hinchada: «Esta victoria da moral y nos permite mirar hacia los puestos de playoff. El goleador le puso por fin nombre al objetivo antes de que el paso de los días vaya dejando en la ciudad la sensación de que el domingo viene un partido grande. Queda y quedará por delante un vuelo transoceánico antes de avistar de nuevo los territorios abandonados en los años de devastación que precedieron a la era actual.

De momento, se conforman con dar permiso para despegar porque algunos prevén dificultades en el vuelo. «Somos conscientes de que no hemos hecho nada, de que solo hemos ganado dos partidos. Hay que intentar ganar otra vez, y volver a ganar, para intentar sumar los puntos suficientes para acabar en zonas privilegiadas. Podemos hacer cosas bonitas», manifestó Alberto Benito, que extiende en una semana la importancia de las victorias: «Si conseguimos otros seis puntos en los dos próximos partidos, ganando al Oviedo y al Numancia, está claro que vamos a mirar hacia arriba».

Se debe incluir aquí también el factor Romareda, que siempre ha sido decisivo cuando el equipo ha puesto de su parte. «En casa tenemos que ser muy fuertes, intentar que no se nos escape ni un punto», explicó el lateral, con el que coinciden prácticamente todos. Obviamente, si el Zaragoza es capaz de recuperar su fortaleza de antaño en su estadio, estará sobre el piélago, quizá más allá de la mitad del camino.

«Vamos a tener partidos complicados como el domingo, pero el equipo está creciendo y con el apoyo de la afición y de la ciudad seremos capaces de hacer algo importante». La frase es de Simone Grippo, otro de los que esta semana se ha sumado a la corriente de prudente optimismo. Otra más, del aragonés Dani Lasure: «Cuando las cosas van bien, los equipos vienen a La Romareda más temerosos. Aunque nosotros nos tenemos que olvidar de lo que piensen los demás. Que siga viniendo la gente a La Romareda como últimamente, la afición es uno de nuestros puntos fuertes».

No ha querido sentarse de momento en el vuelo a Primera el entrenador, fiel a su moderación. Pidió que le dejaran creer cuando casi nadie lo hacía. Ahora se mantiene en su gris. «Ni blanco ni negro, nosotros a lo nuestro». Lo nuestro es el equilibrio, la regularidad imprescindible. Por ahí fueron ayer también las palabras de Lasure. «Es lógico que la gente vea las cosas más positivas, pero vamos a tener tranquilidad y no mirar tanto la clasificación».

Si es cuestión de convicción, tampoco falta. ¿Se necesita fe para subir? «Hombre, claro», responde el central Bruno Perone desde el lado más espiritual del vestuario. «Es difícil creer en algo que aún no ha pasado, pero yo tengo fe». Así sea.