Lo canta Bad Bunny: «Pon lo que tú quieras en Facebook / que yo no te voy a hacer caso». Y ese es el mensaje de independencia que trata de transmitir a los adolescentes la actividad de reggaeton Fuera complejos, dentro hedonismo. Si en los bares no se puede bailar, se hará en clase. La música como herramienta de socialización, de responsabilidad y de disfrute. Mover el culo. Ritmos destinados a subvertir las relaciones de género. Perrea, perrea.

El talles se monta respetando los grupos burbuja de los alumnos de 4º de la ESO_y Bachillerato. Unos pocos por cada sesión que se acercan a la monitora con bastantes dudas. Y con ganas, pues van a hablarles por primera vez en un idioma musical que entienden y disfrutan. No hace falta mucho más: solo ponerse a cubierto, por eso de la lluvia. Mascarillas y un altavoz en el que suena Becky G. «Sufre porque ya no te comerás esto / puesta pa una noche loca, por supuesto». Su canción narra una noche de chicas tras la superación de una relación tóxica. La responsable de estos talleres en los que la música más popular entre los adolescentes se usa para transmitir valores de igualdad es Alba Ara. «Usamos estas canciones para potenciar el autoconocimiento y la autoestima y nos permiten afrontar este diálogo en un contexto de diversión», explica.

Luchar contra el fío

Reconoce que con algunos grupos ha sido difícil vencer el frío del ambiente. No solo el meteorológico. Están en una edad en la que es difícil soltarse. Y menos si desde un rincón vigila una profesora. «Las chicas ya están muy identificada con los mensaje que les transmito», indica. Con los que más cuesta entrar en detalles es con ellos, que siguen entendiendo el baile de ellas como una invitación erótica y encima son los más cortados. Pero al final todo sale. Y si suenan los primeros acordes de Yo perreo sola el cuerpo parece que se mueve solo.

«La música no es machista en sí misma, existe más riesgo en la interpretación de todo lo que la rodea», defiende Ara. Al comienzo de la actividad les pide que apunten en un panel las ideas que llevan preconcebidas. Luego les propone que anoten las sensaciones que han liberado gracias al baile. Existe un mundo entre el antes y el después. «En nuestra cultura tenemos un gran prejuicio a la hora de mostrar y mover el cuerpo», destaca.

Una de las cuestiones en las que más ha trabajado son los cambios de mirada. Hace falta convencer a los jóvenes de que pueden incomodar a una chica aunque no le estén diciendo nada. «Intento hacerles conscientes de que su presencia puede condicionar a las chicas que están bailando, por eso les pido que reflexionen sobre sus actitudes y comportamientos», evidencia. Lo demás lo llevan todo sabido de casa: el twerk, el Tik Tok, el bellaqueo y el trap. «Es muy interesante ver cómo viven en mundo con total naturalidad», celebra.

Pablo Caballero es uno de los educadores de tiempo libre del instituto (dentro de los llamado Proyecto de Integración de Espacios Culturales) gracias al que se han podido desarrollar estas jornadas de prueba. Visto el resultado de este proyecto piloto no descartan repetir. «Pensamos que las actividades deportivas que se hacen en los patios se podían completar con el baile», destaca.

Seguridad y confianza

Alba Ara tiene formación en estudios de género y es activista feminista. Más allá de los talleres de esta semana ha montado un quilombo similar en la librería La pantera rosssa. Esta vez fue algo no mixto, para potenciar la seguridad y la confianza de las participantes. Un subidón de adrenalina a base de reggaeton y canciones de Natti Natasha, Miss Bolivia o las_Machete en boca. Gracias al underground ha surgido un movimiento reivindicativo que sirve de complemento perfecto a la subversión de roles de género que propone. «En este contexto nadie nos va a juzgar por nuestra sexualidad ni por lo que estemos haciendo», destaca.

La actividad del Ramón y Cajal ha sido impulsada por la asociación para la Integración y la Convivencia, impulsada por Rosa Martínez. También ofrecen a colectivos y centros escolares propuestas relacionadas con La mirada violeta o tratan de crear redes de apoyo y sostén a las personas mayores. Ahora tienen la mirada puesta en el centro penitenciario de Zuera, pues también quieren llevar allí su talle de baile y feminismo. El patio de la cárcel también puede ser un buen sitio para transmitir valores y perrear.