El Real Zaragoza logró una victoria de kilates frente a un estupendo Rayo Vallecano, un equipo que tuvo el balón con delicadeza, proyección ofensiva y criterio constructivo. Después de un 2-0 en contra y de desaprovechar un ramillete grueso de ocasiones, los madrileños empataron con toda la naturalidad del mundo, como si no le afectara el marcador ni el péndulo del tiempo. Tuvo incluso el triunfo, pero en su elegante discurso se encontró con la tarde más eficaz y productiva del conjunto de Natxo González, que cuando pisó el área lo hizo a lomos del caballo de Atila. Por decirlo de otra forma, de Borja Iglesias, un percherón que tiró con robustez y decisión en los momentos más delicados, que fueron muchos durante el encuentro.

Borja Iglesias sufrió el aislamiento habitual en el que vive, propio de todo delantero sin apenas compañía y poca segunda línea. El partido, además, le negaba protagonismo porque el resto era incapaz de darle al balón barniz. El Rayo dijo que la pelota era suya y jugó a placer, con excesivo narcisismo en defensa, su talón de Aquiles. Por ahí se coló Grippo para poner el 1-0 cuando Cristian Álvaraz ya había salvado alguna en el otro lado del campo, cuando La Romareda estaba cubierta de nubes muy grises. A punto de desatarse la tormenta, con el Rayo apuntando a la sien, Borja Iglesias comenzó su particular show en una serie de paredes con Febas que el centrocampista culminó con la segunda diana. Natxo González había solicitado que la fortuna le sonriera de vez en cuando. El técnico debió irse al descanso como quien ha ganado un millón de dólares sin tan siquiera entrar al casino.

La calidad en el trato del esférico del Rayo contra la calidad finalizadora del Real Zaragoza. Bello espectáculo pleno de contrastes, sobre todo en una segunda parte donde aumentó más la diferencia de los de Vallecas, intérpretes de un monólogo hasta establecer el 2-2. Lo peor acechaba a la vuelta de todas las esquinas. Sin embargo, al igual que en ese trayecto final de la primera mitad. Borja Iglesias saltó las alambradas con un serial de intervenciones memorables, de delantero definitivo. El 3-2 lo firmó Pombo a potería vacía. Antes, el gallego hizo que su marcador picara el anzuelo en una lucha cuerpo a cuerpo, suerte que domina como nadie. Tensó musculatura, forró sus huesos de titanio y emprendió una carrera poderosa y prodigiosa que culminó con la asistencia de la victoria. ¿Está o no Atila para ser portada de Playboy? Ya sabe Natxo González que la auténtica fortuna sólo se desnuda ante los mejores.