D entro de dos días se cumple el catorce cumpleaños de la lle gada de los trenes de Alta Velocidad a Zaragoza. El 11 de octubre de 2003 entraba en la estación de Delicias el primer Ave en explotación comercial, si bien es cierto que el día anterior, ya se había producido un viaje con el que los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía inauguraban la línea.

Por aquel entonces, los trenes de la Serie 100 realizaban ocho servicios diarios y alcanzaban los 200 kilómetros por hora. Cumpliendo los plazos establecidos, ya en 2007 los trenes llegaban a los 300 kilómetros por hora, lo que acercaba la capital de España a apenas 1 hora y 21 minutos de viaje. Además, al año siguiente se completaría el trayecto hasta Barcelona, lo cual conectaba a Zaragoza con las dos principales ciudades del país.

Hoy, estas conexiones se han incrementado considerablemente, y la red de Alta Velocidad ya cuenta en España con 3.240 kilómetros y con un total de 47 estaciones que han cambiado el concepto de distancias, y también con el país vecino puesto que desde el año 2013 existe conexión con el TGV francés.

Así, si en ese lejano 2003 el Ave revolucionó el servicio ferroviario y la oferta de transporte bajo los principios de rapidez, comodidad y seguridad, hoy esos conceptos se han visto multiplicados por los desarrollos tecnológicos que han permitido unas velocidades cada vez mayores, y por el incremento en el número de estaciones que ha acercado muchos destinos que antes exigían largas horas de viaje.

De este modo, el Ave ha conseguido romper las distancias y acortar considerablemente los tiempos de viaje a estas ciudades frente a otros medios alternativos. Por ejemplo, un viaje en autobús a Madrid se va hasta las tres horas y media, en torno a las tres horas si se decide hacer en coche, ya sea propio o en alguna de las plataformas que han surgido en los últimos años para compartir vehículo, mientras que en tren se puede llegar al corazón de la capital en hora y cuarto.

En cuestión de velocidad, la carretera ofrece unas desventajas evidentes frente al tren. En primer lugar, los límites de velocidad están fijados a 120 km por hora como máximo, mientras que las máquinas actuales que cubren la línea llegan a los 310. Además, el viajero de tren es ajeno a los problemas de tráfico que se generan en las salidas de los grandes núcleos de población y que con frecuencia suelen demorar los tiempos de viaje.

Finalmente, el usuario de autobús debe saber que la normativa fija que el tiempo máximo ininterrumpido que podrá conducir el chófer es de 4 horas y media tras los que deberá descansar al menos 45 minutos seguidos o, si lo prefiere, esos 45 minutos se pueden repartir entre el tiempo de conducción. Esto es algo que sucede en la línea Madrid-Zaragoza, que efectúa una parada a mitad de trayecto, lo que ralentiza el trayecto.

A Barcelona, que se encuentra a una distancia similar a la capital de España, se llega en una hora y 23 minutos, mientras que en coche se va a algo más de 3 horas, y a 3 horas y media en el autobús. A un destino tan habitual para los zaragozanos como es la Costa Dorada, lugar de vacaciones por excelencia, se emplean casi tres horas en autobús mientras que el Ave llega a Camp de Tarragona en sólo 53 minutos.

Obviamente, cuanto mayor es la distancia, más se nota este efecto. De este modo, el Ave puede hacer en 3 horas y 38 minutos los algo más de 830 kilómetros que separan Zaragoza y Sevilla, un trayecto que en coche se va hasta las casi 8 horas, o si se viaja a la Costa del Sol, el tren llega a la estación María Zambrano Zambrano de Málaga en algo menos de 4 horas.

Incluso a destinos en los que hay que hacer enlace, el tren consigue reducir los tiempos. Así, por ejemplo a Valladolid, se puede llegar en la comodidad del tren en tres horas y cuarto, mientras que si se viaja en coche por la opción más rápida, por las autopistas de peaje AP1 y AP68, el trayecto se alarga hasta casi cuatro horas. El servicio de línea regular de autobús une las capitales aragonesas y castellanoleonesa en seis horas y media.