El Real Zaragoza ganó el partido contra el Alcorcón en una primera parte excelsa para los rigores de la Segunda División. Se comportó como un equipo distinto pero no tanto del que fue una vez esta temporada, una máquina muy bien engrasada que recuperó aquella feliz versión de Popovic que consistía en estrangular al rival en su propio campo con Erik Morán en el vértice creativo y Diamanka por detrás del delantero. El regreso del centrocampista vasco y la apuesta de Javi Ros en esa posición de obstrucción en el inicio del juego del rival resultaron fundamentales en un bloque con ocho futbolistas de corte defensivo (Manu Herrera, Isaac, Guitián, Vallejo, Rico, Morán, Dorca y Ros a medio camino) y tres versos libres (Lanzarote, Hinestroza y Dongou). No hay la menor duda de que en esta categoría y con esta plantilla, ese planteamiento de asfixia, recuperación y dinamismo inmediato tras el robo es la línea más corta para un ascenso directo que aún conserva un alto grado de dificultad.

El trabajo de Ros por detrás de Dongou y en todas las posiciones que alcanzaron sus carreras solidarias y efectivas transmitió una angustia considerable al Alcorcón, incapaz, pese a adelantarse en el marcador en una acción aislada, de levantar siquiera la cabeza tras recibir la pelota. Toribio, Campaña o Natxo Insa fueron absorbidos por una estrategia de presión voraz y veloz en la que colaboraron Erik Morán y Dorca y un equipo que llevó el encuentro a la lucha y ganancia del rechace a pocos metros del área de Dimitrovic. Dos y tres jugadores acudían a la pelea en esa zona contra el receptor del esférico, con una defensa muy atenta y adelantada para entrar en acción en caso de ruptura. El espectacular aplastamiento se redujo en apenas 30 metros, con Ros capturando balones sin desmayo e incluso lanzando una sutil asistencia que Dongou no pudo facturar como gol. En el tanto del empate del omnipresente Ros, como ejemplo de la reducción de maniobras ajenas y amplitud de las propias, en la zona de percusión se observa a cinco futbolistas del Real Zaragoza por cuatro del Alcorcón.

No es sencillo que en el atasco premeditado todo salgo redondo. También hay que hallar vías de escape hacia adelante y una buena dosis de precisión para no ser tentado por las urgencias o por la alegría. En este sentido, Hinestroza, en sintonía con Diego Rico, desempeñó un papel fundamental en cada recogida de la cosecha. El colombiano, tocado por un encontronazo con Insa, ofreció un repertorio magnífico en la administración del balón, dándole el ritmo y la pausa que exigía cada instante: regates, gestiones en corto, una galopada tras hurto de Dorca que terminó con un disparo a la madera... Todo lo que aportó resultó productivo y sin cometer un solo error. Tuvo la colaboración de Dongou, quien, al margen de los goles, se movió como pez en el agua en tierra de secano. El camerunés desplegó un valioso trabajo de pivote de espaldas a la portería, moviéndose como un anguila entre los centrales con el objetivo de ofertar paredes o control. Luego sumó un par de dianas, sobre todo la primera, que reflejan con milimétrica exactitud cuándo un equipo se siente arropado y seguro de todo.

El Alcorcón perdió el partido en ese primer periodo porque el segundo fue otra historia. La lesión de Vallejo y la reconstrucción defensiva con Abraham en la izquierda permitó al conjunto madrileño una importante vía de escape por ese costado. Además se fue Hinestroza con molestias y entró un Culio a medio gas en un Real Zaragoza que sin conceder ocasiones --una tan solo-- sí lo hizo con la pelota y ejerciendo una presión mucho más rebajada fruto del cansancio, de la descompensación y del lógico paso atrás para conservar el resultado. Pese a todo, Lanzarote y Ros, ya en otro escenario, aún rebañaron un par de robos en el centro del campo para cerrar el partido, pero ni Dongou, con un tiro algo cruzado, ni el propio Lanza, en un intento de vaselina desinflada, lograron batir a Dimitrovic. Sí lo hizo el camerunés por la escuadra tras un gesto magistral de engaño de Diamanka. Entre las bambalinas de ese gol estuvo Ros, cómo no.

El Real Zaragoza tiene futbolistas para jugar al fútbol, pero partiendo de una personalidad agresiva, de posesión obsesiva y desarrollo consciente, con una propuesta que traslade el partido a las trincheras enemigas. Otro pulso menos tenso le convierte, como se ha comprobado con los tres mediapuntas, en un desgobierno sin dominio alguno de la situación. Contra el Alcorcón mostró el perfil de un equipo de ascenso directo, de compromiso atacante en la defensa de balones, espacios y posesiones lejos de su área. Ordenó y mandó en un momento de la competición donde la mayoría de aspirantes empiezan a ser siervos de las dudas y de los nervios.