Las declaraciones de Manolo Jiménez han dado la vuelta al mundo, han sacudido al zaragocismo y han dejado claro un marcado trasfondo de descomposición en la entidad. Como mínimo, que un técnico asegure "sentir vergüenza" tras un partido denota un descontento con el club y con el rendimiento del equipo. Sin embargo, Agapito Iglesias ni se ha inmutado. Ni ha movido un dedo. Ni el sábado por la noche, cuando prefirió ir a cenar fuera del hotel, ni el domingo, donde el soriano no viajó con la expedición, ni ayer. Ni una reunión, ni un amago de cónclave, ni siquiera una llamada telefónica.

Jiménez, cuyos contactos con el soriano ya habían sido escasos desde que arribó en Año Nuevo, ya sabía que el apoyo del presidente del club era nulo. Estos días se lo ha confirmado. El director deportivo, Antonio Prieto, sí ha hablado con el técnico en varias ocasiones desde lo sucedido en La Rosaleda, aunque eso no ha evitado que en la entidad haya expectación por saber qué va a decir el técnico en la rueda de prensa que hoy dará cuando termine el entrenamiento.

DIMISIÓN DESCARTADA El técnico, como ya se sabía desde el sábado, no va a dimitir, aunque sí se le pasara por la cabeza esa noche y otras veces en solo dos meses en el banquillo y ante el caos de club con el que se ha encontrado. Tampoco el Zaragoza le va a destituir. El entrenador pensó en irse, por ejemplo, al finalizar el mercado de enero cuando no llegaron los fichajes deseados, sobre todo en el centro de la zaga. Lo cierto es que la mayoría de cosas que le prometió Agapito no se han cumplido. Eso, el desgobierno del club y las limitaciones técnicas y de carácter de la plantilla justifican que se le pase por la cabeza marcharse. Por ahora, no lo va a hacer. Por ahora... De hecho, él ya dijo que si veía que iba a ser un estorbo y que ya no podía aportar nada se marcharía.

¿Qué va a explicar Jiménez hoy? Los que conocen bien al técnico, una persona honesta, pasional y frontal, directo en sus explicaciones y que no da rodeos, saben que es un luchador y que no tira la toalla con facilidad. Se siente solo en el club, superado por lo que vive y ve cómo sus estímulos en el grupo no logran la reacción. Hay una mejoría, pero el equipo, física y mentalmente, baja los brazos cuando sufre un revés. En todo caso, el técnico no va a señalar hoy a los jugadores, no directamente, pero tampoco se va a retractar de lo dicho apelando a un calentón.

SENTIR VERGÜENZA Jiménez, como ha confesado a algunos amigos de Sevilla, sintió en Málaga tanta vergüenza como dijo, pero ese sentimiento de vergüenza es colectivo y afecta desde su persona a todos los integrantes del equipo, a todo el vestuario. Todos están en el mismo barco. Por eso no teme que sus palabras tras el partido del sábado sean un antes y un después en su relación con el grupo. Primero hablará con los jugadores en el vestuario, como suele ser norma en el primer entrenamiento semanal (11.00 h. Ciudad Deportiva), aunque seguro que esa reunión se alargará más de lo previsto porque lo sucedido en Málaga fue especial a todos los niveles, en el campo y después. Jiménez cumple a rajatabla la norma de comunicar antes a un futbolista lo que pueda decir después públicamente. Y eso hizo también en La Rosaleda, donde los jugadores sabían el contenido de la rueda de prensa posterior.

El entrenador andaluz no se va a tirar aún del barco, pero va a apelar a la dignidad de la plantilla a saber sufrir y competir para intentar evitar repetir más ridículos. Es decir, pedir a esos futbolistas, como hizo la semana pasada, que, igual que lo están él y sus ayudantes, estén involucrados y comprometidos, sea cual sea la situación. Y que si no se sienten capacitados, que les abre la puerta de salida. Por ahí irán hoy sus palabras, teniendo en cuenta que el enfado del técnico es mucho mayor con la entidad que con el vestuario. Como ya ha dicho en público en alguna ocasión, no ha habido una buena planificación en la plantilla, lo que conlleva unas limitaciones evidentes. Sobre todo en la defensa.