Aquellos zaragocistas, muchos seguro, que vivan con la ilusión de que la presión social puede hacer cambiar de idea a Agapito Iglesias deben irse olvidando. El soriano, que vio la consumación del descenso en Madrid, no piensa en irse, no tiene esa idea metida en su cabeza por ahora. Eso no quiere decir que no vaya a cambiar o que no se le pueda hacer cambiar, con una acción en la que sería necesaria una oferta concreta por la compra de sus acciones, que el propietario asegura no tener, además de la decidida colaboración de las instituciones y bancos aragoneses. Sin embargo, el que le ha querido escuchar en las últimas semanas, le ha oído decir que sigue como máximo accionista, aún más ahora con el club ordenado en sus pagos tras el concurso y con la suspensión de tres años en los pagos del convenio por el descenso.

En ese escenario y con seguros cambios en el club, porque Agapito siempre los hace, la siguiente figura es la de Manolo Jiménez, entrenador del milagro y técnico del descenso. No seguirá. Es más, Agapito lo juzga como máximo culpable de haber bajado. El soriano --y también el club-- ya estaba decidido a echarlo cuando las jornadas sin ganar llegaban a 15, pero el elevado despido y el predicamento que aún mantenía Jiménez en La Romareda hizo que propietario y entrenador iniciasen una guerra fría de letales consecuencias porque el Zaragoza no logró reaccionar en las seis citas finales para regatear el descenso a pesar del pequeño atisbo de remontada que supusieron las victorias ante Mallorca y Rayo.

MOLINOS Esta semana tienen que darse los primeros pasos para la salida de Jiménez, al que le quedan dos años y que ya dejó claro el sábado que no va a dimitir. Su cláusula de desenganche al haber bajado a Segunda puede ser menor, pero tiene que haber negociación y baste recordar que su ficha en Primera ronda los 1,3 millones. Sin embargo, Agapito y Jiménez, con la mediación de Bucero, colaborador de uno y agente del otro, están condenados a entenderse y el soriano, obligado a buscar otro entrenador.

¿Y Molinos? La intención del presidente era irse y, con el descenso, se siente en la obligación moral de seguir para ayudar a devolver al Zaragoza a Primera si Agapito se lo pide. Pero su figura ha sufrido mucho desgaste y ya no es el parapeto ideal de hace un año, además de que su salario este curso ha sido elevadísimo, aunque el apartado económico no sería un problema.